La política tradicional de naciones altamente desarrolladas de potenciar el consumo desmedido de productos y servicios ha contribuido de manera acelerada a la erosión de la naturaleza.
Los crecientes cambios climáticos que desde hace varias décadas se vienen generando en el mundo son consecuencia de estrategias de desarrollo nocivas y de agresión al medioambiente.
Asimismo, los gases de efecto invernadero que se emiten a la atmósfera son una de las principales causas de los daños al ecosistema y sus efectos son perjudiciales para la vida en el planeta.
En estos últimos años se constata un mayor número de fenómenos naturales de mayor intensidad. Hay un aumento de las precipitaciones que provocan inundaciones extremas, deslaves, destrucción y muerte de diferentes especies biológicas, incluyendo los seres humanos.
Existe además un incremento de tormentas de gran intensidad, ciclones, huracanes, tornados y otros sistemas los cuales a su paso causan daños y calamidades al arrasar con recursos básicos de las poblaciones.
Ante esos sucesos peligran los cultivos, el ganado, los alimentos y también las personas en condición de vulnerabilidad que se ven obligadas a evacuar de sus hogares ante cada fenómeno, hacia refugios seguros para preservar sus vidas.
De igual manera, la desenfrenada carrera armamentista que hoy es practicada por administraciones de turno en diferentes países y que tienen como objetivo la complacencia con el Complejo Militar Industrial con métodos cada vez más lucrativos, contribuye también a impulsar la degradación del medio ambiente.
Las pruebas nucleares, junto a la proliferación de armas, medios y equipos técnicos militares que además generan dióxido de carbono y otros químicos letales inciden de forma muy negativa en la recuperación de la capa de ozono, y en la restauración del ecosistema en general.

Fenómenos conocidos como “La Niña” o “El Niño”, han traído, con ensañamiento en algunos territorios e islas del Sur, mayor número de fallecidos y pérdida de viviendas por los efectos violentos ocasionados por lluvias y vientos.
Lo mismo acontece hoy en lugares donde se aprecian manifestaciones extremas de sequía y el clima sufre profundos cambios. Afectaciones de ese tipo se han suscitado lo mismo en América, Asia, África, o el Oriente Medio.
Los científicos e investigadores de centros meteorológicos internacionales vienen alertando del aumento de las temperaturas, la ocurrencia de sismos, erupción de volcanes, deshielos, e incrementos notables del nivel del mar y otros efectos que preocupan a la comunidad científica y cuales se manifiestan en las Cumbres sobre el Cambio Climático que han tenido lugar en varias sesiones de las Naciones Unidas.
Sin embargo, acuerdos previstos en estos eventos de la ONU son aún muy insuficientes y desproporcionados con respecto a la urgencia de soluciones que demanda la inmensa mayoría de los pueblos que siguen apostando a un mundo mejor, más seguro y sostenible.
Resulta indispensable lograr mayor nivel de conciencia por parte de los gobiernos sobre la imperiosa necesidad de unirse en estrategias que pongan freno a la degradación del medioambiente con erosión de los suelos y de la capa de ozono.
Para ello deberán trabajar con responsabilidad en la eliminación de la faz de la Tierra del irracional fomento de las guerras, y en cambio promover la paz, el desarrollo y bienestar de los pueblos con estrategias económicas basadas en energías más limpias, y renovables.
El Planeta merece salvaguardarse.
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