Una persona cuya pasión es innovar no halla el descanso pleno. Su mente suele andar inquieta, a la caza de una idea salvadora. Cuando esta se presenta, debe retenerla. Quizás sea la que despeje el camino hacia la solución de aquel problema que durante días parecía imposible resolver.

Bien lo sabe el Ingeniero Orestes Cabañas Rodríguez, jefe del departamento de Mecánica y Mantenimiento Constructivo del capitalino Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB), quien habla satisfecho de su trayecto en el colectivo que lo acogió hace 37 años y al que le ha dedicado sus mejores alientos para mantener vitales los equipos y sistemas que sustentan la labor de investigación, desarrollo tecnológico y de producción de los productos biotecnológicos.
En su criterio, su misión allí se ha visto multiplicada como miembro de la Asociación Nacional de Innovadores y Racionalizadores (ANIR), “una fuerza de respeto, de compañeros capaces, que miran hacia un mismo propósito, con un deseo muy grande de afianzar el avance de la biotecnología en Cuba, para asegurar importantes ingresos al país y salvar vidas”, advierte.
La huella de Orestes Cabañas y los suyos está en no pocos espacios del CIGB, de manera particular en el área productiva, donde fermentadores y centrífugas de procesos continuos, con varios años de uso, no detienen su andar, al igual que el transporte obrero y los vehículos ligeros.
Otro tanto ocurre en el área de los servicios, con notables adaptaciones e innovaciones, similar a lo que han precisado las manejadoras de aire y el sistema central climatizado, decisivos para una instalación de este tipo, cuyas adecuaciones tecnológicas, entre otras soluciones, logran un ahorro de energía considerable.
Ahora trabajan en un proyecto del área de investigación que precisa de una serie de equipamientos, con dispositivos capaces de evaluar la conducta espacial y cognitiva de los roedores, con miras a estudiar enfermedades neurodegenerativas. Sus resultados se traducirán en medicamentos para aliviar este tipo de trastorno.
“El trabajo de la ANIR en el CIGB es muy sólido y ha ido a la par de la entrega de nuestros científicos”, advierte Orestes Cabaña, un hombre agradecido de quienes lo han acompañado en estos años para que la institución cumpla con el reto de crear productos innovadores de alto valor agregado que generen impacto positivo en la salud humana, animal y de las plantas, así como en las producciones industriales, en armonía con el medio ambiente.

Por eso, cuando este jueves recibió el Sello 8 de Octubre, que por única vez concede la ANIR a los que suman aportes esenciales en el orden de las innovaciones y racionalizaciones de carácter científico técnico, Cabañas consideró obligado mencionar a Alberto Camaraza y Antonio Mariño Barzaga (fallecidos); a Luis Manuel Flores, Ángel Guevara (El Chori), Amado Sáez, Ramón Echavarría y José Manuel Hernández, promotores entusiastas del trabajo de la ANIR.
Como parte de la Jornada del Innovador que se extiende del primero al 30 del presente mes, la ANIR de La Habana seleccionó a 92 asociados de todos los sectores para recibir el Sello 8 de Octubre. Sus respectivas historias encierran la sentencia del Héroe nacional cubano José Martí de que “El único autógrafo digno de un hombre es el que deja escrito con sus obras”.
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