Había una vez una planta. Por diversas razones, lo que era un sueño y una necesidad, se demoró más de lo deseado en hacerse realidad. Un día, le entregaron esta misión a un grupo de jóvenes, quienes junto a los más experimentados y los que la construyeron, la llevaron hasta su fase de puesta en marcha.
Esa es la historia del Complejo Industrial Labiofam, que fabricará bioplaguicidas, biofertilizantes, bioestimulantes y productos para la eliminación de vectores (mosquitos y ratones), que permitirá reducir el uso de químicos.
Ubicado en Boyeros y con una extensión de 46 522 metros cuadrados, el complejo industrial de La Habana está en proceso de puesta en marcha y deberá estar operativo en la segunda mitad de 2023.
Para Teobaldo Cruz Méndez, su director, más allá de lo que la planta representará para la agricultura cubana y la sustitución de importaciones, existe un valor infinito: se ha terminado sin financiamiento externo y sin asesoría extranjera. “Todo lo que se ha hecho es la voluntad de un grupo de cubanas y cubanos, pero lo mejor es que ese grupo de 145 personas no promedia 35 años. La planta es enorme, muy automatizada y generaría unos 340 empleos”.
“A esos jóvenes, buena parte recién graduados de la universidad, se les dio la tarea de resolver los problemas de la planta y hoy la tienen funcionando y en tiempo. Para ellos ha sido una escuela”, destacó.
UNA INDUSTRIA QUE HACÍA FALTA
Si bien durante años en el país se han producido bioproductos -resultado de años de investigación y ciencia-, las capacidades de producción resultaban limitadas. “Esta es una idea de Fidel, desde la década de los 80 y los 90”, recordó.
El complejo comprende dos plantas, una de fermentación sumergida, con capacidad nominal de 5 800 000 de caldo fermentado al año; y otra, de fermentación bifásica, que podrá producir 1 080 toneladas de rodenticida biológico.
“Todo se basa en procesos naturales, o sea son microorganismos no dañinos a la salud humana, que se utilizan tanto para el control de vectores y la salud, como para los procesos agrícolas”, dijo.
Los bioproductos, detalló, se utilizarán en “paquetes tecnológicos que van a sustituir en el campo a los agroquímicos, agresivos y costosos. Con el uso de bioproductos se buscan rendimientos superiores y mayor efectividad en la producción”.
De acuerdo con el directivo, los productos finales deben cubrir entre 800 000 hectáreas a 1 200 000 hectáreas de cultivo. Esta, agregó, es la primera de tres plantas –las otras se construyen en Villa Clara y Granma-, que no funcionan de forma aislada, sino que se complementarán con las que existían hasta ahora, en diferentes niveles de la producción, desde la parcela hasta los grandes polos productivos.
UN MODO DE HACER
De acuerdo con Cruz Méndez, la aplicación de los bioproductos en esos lugares llevará estudios permanentes. Esa manera de hacer la han probado ya en el Hospital Clínico de Diez de Octubre, donde existe un organopónico: “lo primero que hicimos fue el análisis del suelo, a ver qué aplicábamos. Allí, se hicieron análisis químicos y se diseñó un paquete específico para ese sustrato”.
En Diez de Octubre, agregó, muchachas y muchachos se dedican a diario a registrar qué temperatura hubo, llovió o no llovió, hubo sol o no. A su vez, miden semanalmente las plantas, el follaje, su coloración, cuánto creció el tallito y van comparando, en dependencia de los productos aplicados y cuál es el rendimiento.
“Se está haciendo ciencia, algo que algún día tendrá un compendio que permitirá continuar trabajando los bioproductos con investigación y desarrollo”, sentenció. Otro de los valores de esta planta es que “puede
sustituir entre un 50 y un 60 por ciento de los agroquímicos que requiere la agricultura cubana”.
De acuerdo con Mavy Hernández, especialista del Grupo de Negocios y Exportaciones de Labiofam, en un inicio estarán en producción seis productos: Bactivec, Griselef, Biorat, luego, los bioplaguicidas agrícolas: Th urisave 13, 24 y 25, y posteriormente, se introducirían tecnologías de otros institutos que por su capacidad industrial no se han podido escalar hasta ahora.
Cuando esté en pleno funcionamiento, destacó, permitirá la utilización combinada de estos bioproductos con otros recursos naturales en el país, por ejemplo, las agromenas: fertilizantes órgano minerales –por ejemplo, mezcla de zeolita con fosforita–, de las que el país tiene experiencias, a partir de investigaciones realizadas a lo largo de los años.
A juicio de Cruz Méndez, “las investigaciones acumuladas tendrán valor de uso cuando, con el incremento de los rendimientos por hectárea, veamos retornar los productos agrícolas y empiecen a aliviar la importación de alimentos como granos y arroz”.
Al anunciar la puesta en marcha, Cruz describió el momento en Facebook: es “el sueño hecho realidad, los retos vencidos, la satisfacción de cumplir en condiciones extremas las metas propuestas... un nuevo reto y que al igual que el anterior este equipo irá venciendo las difi cultades hasta llegar a convertir al complejo industrial en una efi ciente Empresa de Alta Tecnología”, al tiempo que reconoció el trabajo en equipo de muchas empresas y colaboradores.
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Y así debía hacerse con todo lo que en este país no funciona. A veces, casi siempre, lo que más falta hace para echar a andar un proyecto son ganas más que conocimientos, esos se van adquiriendo con la práctica y de forma acelerada si se tienen ganas. Y en eso lo jóvenes son los mejores, por no decir los únicos. Y si son acabaditos de graduar de la universidad es genial. Sin vicios ni conductas moldeadas por ellos, ni nada que perder, no hay obstáculos. Esa es la esencia de la juventud. En la medida que pasemos de las consignas a hacer realidad el pensamiento de Fidel seremos capaces de volver a hacer Revolución. Si no lo hacemos es bien simple, no lo lograremos y perderemos la Revolución. Y que conste que no tengo nada en contra de nosotros los viejos, es que recuerdo esa juventud mía. Y además es ley de vida.