Si un sector tiene omnipresente el legado de Fidel Castro es la Ciencia cubana, a la que desde los primeros momentos tras el triunfo revolucionario entregó sus mejores energías. Tanto en este campo, como en la Medicina, aportó ideas, conceptos esenciales y argumentos para generar proyectos que parecían inalcanzables. Se trataba de formar personas con la capacidad científica necesaria y convertir la ciencia en instrumento de la dinámica social de la Revolución.

Su pensamiento científico se evidencia desde su alegato en La Historia me absolverá y se puso en práctica desde los días en la lucha guerrillera. Desde el Moncada ya pensaba y hablaba de los servicios médicos en Cuba y cómo sería el país cuando toda la población recibiera ese servicio elemental.

No solo lo anunció, sino que, con preclara visión, prometió sembrar las oportunidades para consolidar el potencial científico que precisaba el naciente proceso, y que la ciencia concretara su desarrollo en el país, e incluso fuera de nuestras fronteras. 

Foto: Tomada de Cubadebate

Solo un ser anticipado como él podría hablar de estos asuntos mayores cuando apenas había transcurrido un año del triunfo, que halló a un país enfrentado a muchas urgencias y miles de analfabetos. “¡Cuántas inteligencias se habrán desperdiciado en ese olvido! ¡Cuántas inteligencias se habrán perdido! (…)”, insistía en aquel visionario discurso del 15 de enero de 1960 por el aniversario XX de la Sociedad Espeleológica de Cuba.

Advertía entonces que esas inteligencias se incorporarían a la vida de su país, a la cultura, a la ciencia… por que este era un Gobierno que buscaba la verdad, que necesitaba de sus científicos e investigadores para que en el futuro la Patria pudiese contar con una pléyade brillante de hombres de pensamiento, de investigadores y de científicos.

Como punto de partida para hacer realidad su pensamiento estuvo la campaña masiva de alfabetización, la creación en toda la geografía nacional de centros de enseñanza hasta el nivel superior y de centros científicos, muchos de los cuales tuvieron el privilegio de marcar sus días fundacionales y el seguimiento de sus aportes con la presencia del Comandante.

Los de la Biotecnología son un ejemplo de cuánto hizo para elevar ese frente a niveles de las naciones más desarrolladas, basado en revolucionarios conceptos de trabajo. Jamás dudó en aquilatar el alcance que tendría apostar por una industria que en todos estos años ha reciprocado su arrestada locura, como, según cuentan anécdotas orales, muchos funcionarios y directivos de la época tildaron aquel sueño.

Así nació entre 1991 y 1992 el Polo Científico del oeste de la capital, dedicado a la biotecnología e industria farmacéutica.  En 1994 estaban dadas todas las condiciones para que fracasara el intento de un país pobre de desarrollar una industria millonaria reservada para unas pocas firmas en el mundo, pues no teníamos acceso a capital de riesgo, el mercado farmacéutico estaba cada vez más regulado, se resentían los nefastos efectos derivados de la reciente pérdida de los vínculos con la antigua Unión Soviética y del reforzamiento de la hostilidad de EE.UU.

Pero en medio de ese contexto fueron preclaras sus indicaciones de darle mayor alcance y jerarquía al desarrollo de la Ciencia, a  las tecnologías de avanzada, la investigación y la obtención de nuevos medicamentos, vacunas y productos industriales y crear la base tecnológica y productiva con sistemas de calidad y control más avanzados,  integración entre las instituciones, sistema de trabajo “a ciclo cerrado”, selección política y técnica del personal que se consagraría al trabajo, impacto en la Salud y en la producción de alimentos en Cuba, y  realizar gestión exportadora directa para el logro de los recursos financieros necesarios que permitieran financiar sus propios gastos y lograr aportes crecientes a la economía nacional.

El ejemplo más reciente de lo acertado de su pensamiento son los resultados de los científicos cubanos para enfrentar la COVID-19 y entre ellos la creación de vacunas, fruto de la prioridad concedida a la creación del capital humano necesario para emprender el desarrollo de la Ciencia nacional y consolidar nuestra soberanía.

 “La independencia no es una bandera, o un himno, o un escudo. La independencia no es cuestión de símbolos. La independencia depende del desarrollo, la independencia depende de la tecnología, depende de la ciencia en el mundo de hoy”, fueron sus palabras cuando se desplegaba la crisis del campo socialista europeo y se planteaba la ingente tarea de defender nuestra soberanía. 

Foto: Tomada de Cubadebate

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