El 1ro. de julio de 1986 marcó un nuevo escalón en las ciencias cubanas. El Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz asistía a la fundación de un nuevo gigante de las investigaciones biotecnológicas: el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB), una institución que había sido fraguada en sus interminables conversaciones con los especialistas que la conformarían para hacer posible uno de los eslabones imprescindibles en el desarrollo de cualquier país y verdadera quimera en una nación asediada por el genocida bloqueo impuesto por el gobierno de Estados Unidos.
La casa No.149 del reparto Atabey, en el municipio de Playa, fue el lugar convertido en laboratorio donde se logró (el 28 de mayo de 1981) producir el primer interferón cubano; un salto enorme en las investigaciones realizadas por un pequeño grupo de investigadores, quienes en solo 45 días alcanzaron esa proeza que marcó el punto de partida en la biotecnología nacional, así como el enfrentamiento –apenas dos meses después- en pacientes contagiados con el virus del dengue tipo 2 y, posteriormente, la epidemia de conjuntivitis hemorrágica.
En poco tiempo el CIGB se convertiría en un gran complejo científico-productivo de primer nivel mundial y de referencia entre los de su tipo. Especialistas cubanos recibieron la preparación para conocer los usos del interferón, una sustancia que demostraba potenciales efectos antivirales y antitumorales capaces de resolver muchas de las interrogantes en las aplicaciones terapéuticas contra diversas patologías.
Entre los desvelos de Fidel estuvo la constante preocupación porque estuviera equipado con lo más avanzado de la época y, en especial, atendía a los requerimientos de una forma de trabajo verdaderamente revolucionaria en el concepto de entrega y la permanencia de los investigadores para alcanzar los resultados que solo resultaba posible en determinadas naciones altamente desarrolladas.
La visión futurista de Fidel no se detuvo. Surgieron, con su aliento y apoyo, nuevas instituciones dirigidas a fomentar este campo de las ciencias, con la edificación de centros biotecnológicos en Camagüey y Sancti Spíritus (en 1989 y 1990 respectivamente), y el Centro de Inmunología Molecular en 1994, ubicado en la capital cubana.
Actualmente el CIGB es un gran complejo científico productivo con la misión de lograr vacunas humanas y veterinarias, medios diagnósticos, anticuerpos monoclonales y proteínas por vía recombinante para usos terapéuticos, además de impulsar otros renglones vinculados con la biotecnología de las plantas y la acuicultura.
El CIGB dispone de profesionales con una sólida base de preparación académica y científica en sus respectivas especialidades, en correspondencia con los indicadores internacionales para sostener las buenas prácticas que sustentan la confiabilidad, seguridad y competitividad de los resultados.

Enumerar algunos de los medicamentos producidos nos lleva a pensar en la estreptoquinasa recombinante que contribuye a restablecer el flujo sanguíneo en pacientes con infarto del miocardio y previene la necrosis isquémica del corazón (se generalizó en 1993) y contribuye a salvar numerosos pacientes aquejados de este mal cada año.
La vacuna contra la infección por el virus de la hepatitis B reduce las consecuencias de esa enfermedad, entre ellas las hepatitis agudas y crónicas, la cirrosis hepática y el hepatocarcinoma primario. La aplicación masiva de este medicamento posibilita que no se reporten casos de hepatitis B aguda en edades pediátricas en nuestro país. El Heberprot-P liofilizado (único de su tipo en el mundo y producto líder del centro) ha sido destinado a la terapia de la úlcera del pie diabético en estadios avanzados, que aplicado en pacientes cubanos evita realizar amputaciones de diverso grado.
En el sector agropecuario y la acuicultura destacan el producto ecológico HerberNem, destinado al control de nematodos en varios cultivos; y el Acuabio 1, estimulador del crecimiento y el sistema inmune en organismos marinos, aplicado de manera experimental con resultados favorables.
Recientemente uno de sus candidatos vacunales, Abdala, alcanzó el 92,28 % de eficacia (el cuarto lugar en comparación con otros medicamentos contra la COVID-19 a escala mundial) lo cual supera el 50 % en los indicadores exigidos por la Organización Mundial de la Salud para que se convierta en vacuna.
El CIGB cumplió el sueño de Fidel cuando expresó en su inauguración: “El centro es grande, pero yo espero que sean grandes también los resultados científicos que obtengan en este centro”.
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