Al hablar sobre la desertificación y la sequía, nos referimos a una compleja amenaza medioambiental que afecta con fuerza el ámbito socioeconómico, lo que provoca más muertes y desplazamientos humanos que cualquier desastre natural, con nefastas consecuencias para la humanidad.
A fin de contar con suficientes tierras productivas para satisfacer la demanda de 10 mil millones de personas en 2050, es necesario modificar nuestro estilo de vida. A través de la celebración del Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía, bajo el lema “Alimentos. Forrajes. Fibra.”, se aspira a educar a las personas sobre la manera de reducir el impacto individual que hemos provocado en los suelos durante décadas.
Este año adquiere una especial atención, considerando la situación de la COVID-19. Acciones basadas en la comprensión clara de los derechos, recompensas y responsabilidades en la gestión de la tierra pueden ayudar a tratar las consecuencias de esta enfermedad al analizar uno de los principales factores ambientales de los brotes emergentes de enfermedades infecciosas: la pérdida de biodiversidad.
La desertificación es la degradación de la tierra en las zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas, causada fundamentalmente por la actividad humana y las variaciones climáticas. Es el resultado de una permanente degradación de los suelos, que van perdiendo de forma progresiva su capacidad de producir.
Esto se debe a la vulnerabilidad de los ecosistemas de zonas secas, que cubren un tercio de la superficie del planeta, a la sobrexplotación y el uso inadecuado de la tierra. La pobreza, la inestabilidad política, la deforestación, el sobrepastoreo y las malas prácticas de riego afectan negativamente a la productividad del suelo.
A su vez, el crecimiento demográfico, el aumento de los ingresos de la población y el incremento de la población urbana intensifican la demanda de tierra para producir alimentos, forrajes y fibras textiles. Mientras tanto, la salud y la productividad de la tierra cultivable existente están disminuyendo, un declive que se ve empeorado por el cambio climático.
Los alimentos, los forrajes y las fibras deben competir con la expansión de las ciudades y la industria de los combustibles. El resultado final es que la tierra se está transformando y degradando a un ritmo insostenible, lo que daña la producción, los ecosistemas y la biodiversidad.
También está afectando el cambio climático que un tercio de las emisiones de gases de efecto invernadero proceden de la agricultura, la silvicultura y otros usos de la tierra. La producción de ropa y calzado ocasiona el 8% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, una cifra que puede ascender a un 50% para 2030.
Mediante cambios en el comportamiento de los consumidores y las empresas, y la adopción de una planificación más eficiente del uso de la tierra y de prácticas más sostenibles, se podría disponer de suficiente terreno para satisfacer la demanda. Todos unidos, podemos hacer la diferencia.
Importantes datos y cifras
Se estima que en el 2025, 1.800 millones de personas vivirán una escasez absoluta de agua. Además, dos tercios de la población mundial no dispondrán de suficientes recursos hídricos.
En 2045, alrededor de 135 millones de personas en todo el mundo pueden haber sido desplazadas como consecuencia de la desertificación y 2.600 millones de personas dependan directamente de la agricultura, pero el 52 % de la tierra utilizada para la agricultura se ve moderada o severamente afectada por la degradación del suelo.
La pérdida de tierras cultivables se estima en 30 a 35 veces la tasa histórica.
Debido a la sequía y la desertificación, se pierden 12 millones de hectáreas cada año (23 hectáreas por minuto). En un año, podrían haberse cultivado 20 millones de toneladas de grano.
El 74 % de los pobres son directamente afectados por la degradación de la tierra a nivel mundial. Actualmente, 13 millones de hectáreas de bosque desaparecen cada año y la degradación persistente de las zonas áridas provoca, además, la desertificación de 3600 millones de hectáreas.
Las actividades del uso de suelos representan casi el 25% de las emisiones globales de CO2. Por lo tanto, las mejoras en este sector, junto con un uso más sostenible de las tierras, son fundamentales para ayudar a combatir el cambio climático.
¿Qué sucede en Cuba?
Cuba no está exenta de este problema, pues tiene dañada alrededor del 14 % de su superficie, debido fundamentalmente a un inadecuado manejo de las tierras y su riego, la deforestación, entre otras causas. La sequía origina el agotamiento de los suelos y la disminución de las reservas de aguas subterráneas, lo que provoca efectos perjudiciales en la actividad socio-económica del país, en especial en la producción de alimentos.
La Isla cuenta con un Programa Nacional de Lucha contra la Desertificación y la Sequía (PAN), el cual vincula factores, procesos y ecosistemas que se encuentran en la naturaleza en constante interacción. La aplicación de tecnologías para la explotación de los suelos y los recursos hídricos, los procesos de contaminación de aguas y de los suelos, el manejo de los sistemas agrícolas y el aprovechamiento de los residuales en función de la protección y rehabilitación de suelos degradados.
También la inclusión de ecosistemas como las áreas protegidas y la influencia de la degradación y la deforestación sobre los ecosistemas costeros y humedales, las condiciones de salud y la educación de las poblaciones residentes en las áreas afectadas por los procesos de desertificación, son algunos de los factores que se han tenido en cuenta en la perspectiva integradora de este programa.
El PAN se inserta en el Plan de la Economía nacional a través del Programa de Mejoramiento y Conservación de Suelos, el Programa de Reforestación y otras vías nacionales de financiamiento, con lo cual se ha logrado obtener una experiencia positiva en las fases de su implementación.
Esta conmemoración nos brinda una oportunidad única para recordar que se puede neutralizar la degradación de las tierras mediante la búsqueda de soluciones, con una firme participación de la comunidad y cooperación a todos los niveles. De la conservación y recuperación de los suelos depende la producción de alimentos, imprescindibles para la vida de los seres humanos. Si no existen suelos saludables no será sostenible la vida en el planeta.
Referencia
Si en verdad fuera tanta sequia el marabu no se hubiese hecho dueño de l8s campis cultivables todo es producto de la falta de exigencia ministerial y gubernamental.