Nacida y criada en el capitalino barrio de San Isidro, en La Habana Vieja, la septuagenaria María de las Mercedes Ballesteros cree que el cambio climático no tiene relación con su cotidianidad. “Mejor preocuparse de la basura, las alcantarillas tupidas, la falta de agua”, dice, al tiempo que reconoce su disposición de tener conocimientos sobre el tema, para saber cómo actuar.
La percepción de riesgo con respeto a los impactos del fenómeno climatológico entre residentes de la parte antigua de la ciudad, oscila entre media y baja. “Lo indica un reciente estudio del Grupo de Trabajo Estatal Bahía de La Habana (GTE-BH), asesorado por la Asociación de Pedagogos de Cuba, que constituye una eficaz herramienta para trazar estrategias que reviertan la actual realidad”.

Así lo destacó la especialista para la Ciencia, la Tecnología y el Medio Ambiente, en la dirección de Educación ambiental, trabajo comunitario y comunicación social del Grupo, Yildis Gómez Barada, tras recordar que el litoral norte de La Habana y su bahía es una de las áreas priorizadas dentro de la Tarea Vida, Plan de Estado para el enfrentamiento al cambio climático.
“Durante el 2018 nuestra área dirigió sus esfuerzos fundamentalmente al trabajo con la población del municipio, en aras dar cumplimiento a lo establecido en la tarea #10, la cual demanda priorizar medidas y acciones a favor de elevar la percepción de riesgo, aumentar el nivel de conocimiento y el grado de participación ciudadana en el enfrentamiento al cambio climático y en una cultura que fomente el ahorro del agua.
¿Cómo determinaron la población a evaluar y qué arrojó?
- Para determinar la población a evaluar se tuvo en cuenta el grado de relación o cercanía con nuestro trabajo de educación ambiental. Incluimos líderes formales y no formales, promotores ambientales, personas con discapacidad, estudiantes de diferentes enseñanzas, además de trabajadores y profesionales de entidades productivas.
“Se realizaron encuestas, entrevistas y talleres evaluativos entre los diferentes grupos etarios de los siete Consejos Populares de esa localidad que son Jesús María, Belén, Tallapiedra, Prado, Catedral, Plaza Vieja y San Isidro; en este último fue donde más nos centramos.
“Todo ello sacó a relucir que el nivel de percepción más bajo está centrado en niños de entre 9-11 años y 11-14. Los jubilados y amas de casas demostraron mejor comprensión del asunto, por tener mayor permanencia en sus hogares, además de ser los más afectados, pues están allí cuando ocurren situaciones derivadas de fenómenos hidrometeorológicos.
“Las amas de casa, por ejemplo, son quienes tienen que utilizar el agua, tender y recoger la ropa; son ellas las que dan los primeros auxilios en el cuidado del hogar, protegen sus bienes, mientras el resto de la familia está en el trabajo”.
“En cuanto al conocimiento del peligro, la balanza se inclinó a focalizar este en las intensas lluvias, y en menor grado en las penetraciones del mar y los fuertes vientos. Al medir la dimensión de dicho conocimiento, los sujetos estudiados coincidieron en estar mejor preparados después que estos pasan, y no antes.
¿Qué otro aspecto reveló la investigación?
-Puso de relieve también el reconocimiento por parte de las personas de saberse vulnerables y la necesidad de capacitarse, visto como una potencialidad para el trabajo de las autoridades locales, en aras de mitigar los riesgos y, por consiguiente, impedir pérdidas económicas y de vidas humanas.
“Esto último es lo primero a evitar, de ahí el imperativo de prepararse, que la población esté informada y sepa cómo protegerse. Una vez que conozca sus vulnerabilidades entonces cada territorio trabaja en eliminarlas o mitigarlas y con ello se contribuye a ser más resilientes ante el cambio climático”, comentó la especialista.
Al decir de Gómez Barada “estamos ante un estudio netamente social, contentivo de lo que realmente piensa la población, lo que domina y conoce a través de los saberes. Por ejemplo, hay poblaciones oriundas de consejos populares como Belén, Jesús María y otros, con muy valiosos criterios para aportar.
Ya se han realizado capacitaciones con diferentes grupos meta, y ejercicios para detectar en las calles del territorio dónde hay una vulnerabilidad, cuál es el peligro, qué hacer ante cierta eventualidad y demás.
“Seguiremos capacitando en las escuelas, en los círculos de interés, con los promotores ambientales que implementan el programa educativo ambiental Amigos de la Bahía, con los grupos gestores comunitarios a través de sus líderes en las comunidades, además de una preparación a los integrantes del Gobierno del municipio.
Tomando como base los resultados de la investigación, y visto como una acción más dentro de la implementación de la Tarea Vida, el Grupo de la Bahía, acompañado de otras instituciones, organizará barrio-debates en los diferentes consejos del territorio.
Este sábado 26 de enero, en el Arco de Belén –sito en Compostela, entre Luz y Acosta, en La Habana Vieja, tendrá lugar el primero, donde los pobladores de dos consejos populares: San Isidro y Belén, recibirán información, podrán intercambiar y despejar sus dudas. Después continuarán por el resto.
La directora de Educación Ambiental del GTE-BH Johanna Socarrás Stable, llamó a los líderes comunitarios, los promotores ambientales, los grupos de trabajo de la bahía y a muchos más a multiplicar el conocimiento de todos estos resultados en su marco de influencia.
“Constituye una fortaleza que las personas quieran saber”, insistió, tras comentar que más adelante corresponderá un nuevo estudio de percepción para comprobar cuánto se ha aprendido y avanzar hacia otras localidades.

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