El transformismo, como recurso escénico, constituye una manifestación artística de singular relevancia. Más allá de la mera caracterización, esta práctica profundiza en la exploración de la identidad y la expresión, trascendiendo convenciones sociales. Su esencia radica en la capacidad de adoptar múltiples facetas performativas, desdibujando frecuentemente las barreras de género y cuestionando normas culturales arraigadas.
Es crucial destacar que, aunque algunos artistas puedan identificarse con comunidades LGBTIQ+, el transformismo no implica necesariamente una declaración sobre identidad de género u orientación sexual. Como forma de expresión artística, merece reconocimiento por su valor intrínseco y su potencial para desafiar paradigmas sociales. Al desvincularlo de nociones preconcebidas sobre género y sexualidad, puede apreciarse en toda su riqueza estética y conceptual. Se trata, en esencia, de una práctica revolucionaria que continúa evolucionando y transformando nuestras percepciones.
Como manifestación escénica, el transformismo opera en el ámbito del entretenimiento mediante la asunción temporal de roles femeninos o masculinos en espacios lúdicos específicos. Su particularidad reside en cómo los artistas trabajan las expresiones de género: no solo las interpretan, sino que las reinterpretan y dotan de vida autónoma.
Los orígenes del transformismo en Cuba se remontan al siglo XIX, cuando emergía ocasionalmente en festividades populares y carnavales. Durante las primeras décadas del siglo XX, encontró cabida en el teatro vernáculo, especialmente en el bufo y el género alhambresco.
Su apogeo llegó en los años 50 con figuras legendarias como Bobby de Castro, Manolito Lamayland y Musmé, quienes brillaron en escenarios emblemáticos como el Tropicana, el Teatro Campoamor y el Martí. La televisión también acogió personajes transformistas como "Mamacusa Alambrito" (Luis Echegoyen) y "Pelusa" (Violeta Vergara), aunque en 1958 fueron censurados por el gobierno de Batista.
La Revolución Cubana heredó esta estigmatización, asociando erróneamente el transformismo con identidad de género u orientación sexual, cuando en realidad constituye un arte independiente de estas dimensiones. Pese a las prohibiciones, algunos artistas mantuvieron viva la tradición de forma clandestina, improvisando espectáculos con recursos limitados.
El resurgimiento comenzó en 1994 con la creación de El Mejunje en Santa Clara, aunque aún bajo formatos discretos. Un hito fundamental fue la Campaña por el respeto a la libre orientación sexual e identidad de género (2008), impulsada por el CENESEX, que reconoció oficialmente el transformismo como expresión artística. En 2009, tras un proceso de reflexión con la comunidad trans, se redefinió su categoría: de "expresión de identidad de género" pasó a considerarse "manifestación artística".
La consolidación llegó en 2010 con el espectáculo del bar Las Vegas en La Habana, primer show transformista avalado por el Ministerio de Cultura. Este espacio catapultó a íconos como Margot e Imperio, además de promover nuevas generaciones de artistas.

Las galas del Teatro Carlos Marx marcaron un punto de inflexión. La edición inaugural (2011) destacó por fusionar diversos géneros de la cultura cubana y reunir a grandes figuras del arte nacional con transformistas contemporáneos. Este evento anual alcanzó su máxima difusión durante la pandemia (2020), cuando la televisión permitió superar las restricciones de aforo y llegar a públicos más amplios.
El transformismo cubano ha logrado avances significativos en visibilidad y aceptación social, conquistando espacios institucionales y ganando reconocimiento artístico. No obstante, enfrenta el reto contemporáneo de preservar su esencia creativa frente a las presiones mercantilistas que privilegian lo comercial sobre lo artístico.
La democratización tecnológica -con tutoriales de maquillaje y vestuario- ha facilitado el acceso a esta práctica, pero conlleva el riesgo de homogenización estilística. El verdadero desafío reside en fomentar la innovación y la singularidad, preservando la capacidad del transformismo para cuestionar normas y expresar la diversidad humana en toda su complejidad.


Otras informaciones: