Es 8 de enero e irrumpe otra vez en La Habana la Caravana de la Libertad. Lo ha hecho una y otra vez desde aquella primera vez, en la jornada inaugural del luminoso 1959, fecha que marcó un antes y un después en la vida de la Isla; el alumbramiento de una nueva era, aurora que imprimió un sentido distinto al existir de los cubanos.
Como entonces, ahora llega después de haber recorrido decenas de kilómetros, tocando las principales ciudades, de un extremo a otro de la Isla. Y otra vez, a imagen y semejanza de aquel primer enero pleno de libertades para más humildes, aguardan las multitudes, y los rebeldes de los nuevos tiempos hacen su entrada, en medio de un recibimiento apoteósico y ovacionado.
Han transcurrido 66 años. Pese a carencias, retos mayúsculos, bloqueos, campañas desacreditadoras, reina la masividad y el jubileo. Y quienes adoptan poses incrédulas, buscan razones o se asombran, es porque desconocen o ignoran, fingen, disimulan: Hay memorias que viven más que el tiempo y ni siquiera los vencidos pueden olvidarlas.
Casi siete décadas y los acontecimientos se reeditan como calcados al papel carbón. Así son las cosas cuando son del alma. La historia resulta asignatura privilegiada en Cuba. Hacerla ha costado mucha sangre y vida de sus mejores hijos, y olvidarla dejará la reedición como único camino a transitar.
La magia de las razones transformó en barbudos bajados de la serranía a jóvenes estudiantes y trabajadores de estos tiempos, mas son aquellos de gastados uniformes verdeolivo, barbas y collares de semillas, son quienes indican el camino. Eso sí, no han cambiado metas y propósitos. Entonces, puede que sean otros, pero al mismo tiempo son los mismos.
La Revolución se renueva en el entusiasmo manifiesto de sus hijos. Baja de las lomas y transita por senderos escabrosos, de camino hacia el desarrollo pleno desde la dignidad y la soberanía, frente a la soberbia; sortea obstáculos, que retrasan y le hacen navegar en un mar de dificultades y carencias. A veces algunos deciden abandonar el viaje, pero por suerte, a pesar de las espinas, la Revolución cubana es esencialmente flor y poesía -¡con mucho fijador!-; y sus hacedores, un pueblo de letrados bardos.












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