La Zanja Real fue el primer acueducto de La Habana, trayendo agua a la ciudad desde el Río Almendares en un recorrido que abarcaba casi 12 kilómetros entre 1592 y 1835, desde la segunda mitad del siglo XVI hasta principios del siglo XIX.
Tras la construcción del acueducto de Fernando VII, en 1835, la Zanja siguió llevando agua a ciertos barrios de extramuros, pero para finales del siglo XIX, había perdido su función original.
En sus comienzos, contaba con compuertas del embalse del Husillo (en el Almendares).

No resultaba especialmente saludable vivir junto a la zanja, aunque proporcionaba cierto frescor en las viviendas por donde corrían sus aguas y mucha humedad al ambiente.
Por varios siglos fue de vital importancia para los habaneros.
Aún en nuestros días en la calle Teniente Rey han quedado huellas de lo que fue la Zanja Real, esto ha sido posible gracias al trabajo de arqueólogos e historiadores que se han encargado de preservar estos sitios.
"Esta agua traxo el maesse de campo Juan de Texeda. Anno 1592".
Lo anterior podemos leerlo en una tarja ubicada en la esquina del Callejón del Chorro y San Ignacio, en la Plaza de la Catedral, colocada por el gobernador Juan de Tejeda en 1592, aunque no está en el lugar original, recuerda el primer acueducto construido en la ciudad.

A pesar de haber sido una simple Zanja Real, su servicio se mantuvo por más de tres siglos y su aporte ayudó a alcanzar el desarrollo que logró en sus inicios la villa de San Cristóbal de La Habana.
Hacia 1763, en la esquina de Galiano y Zanja, había un cruce de la Zanja Real con un camino que más tarde sería la calle Galiano. Recordemos que esta zona no se encontraba poblada, por lo que se rodeaba de plantaciones de tabaco y mangles, al oeste de la zona de intramuros.
En 1839, se construye un puente de piedra para permitir el paso del ferrocarril que iba por la Zanja hasta la Estación de Villanueva, área que ocuparía el Capitolio Nacional; la esquina devino entrada al barrio chino después de 1898.

Corriendo el tiempo, cuando la apestosa e insalubre Zanja Real se desconectó del Almendares, la ciudad de La Habana fue un lugar mejor.
La Zanja, más allá de los problemas que provocaba, propiciaba la existencia de algunos lugares paradisíacos como el Parque de Palatino, o lo que se puede apreciar en el fondo de algunas casas, que en los tiempos que corren se complacen con disfrutar de la existencia de familias de patos, gaviotas o especies acuáticas que permanecen cerca de su corriente.

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