Los chamas de Aldabó se dieron cita en uno de los dos parques del barrio. Los “arrastró” el cumpleaños 98 del artífice principal de una Revolución que de verdad ha hecho de ellos lo más importante. Y es que, aun desde la distancia (cercana), el extraordinario poder de convocatoria de Fidel sigue intacto.
Primero, Graciela Duncan Sánchez y Regla Regina Morales, las delegadas del Poder Popular de las dos circunscripciones de la comunidad, junto a Juana Rojas –la incansable y siempre presente promotora cultural, digamos que de la familia grande aldaboseña- cocinaron la idea y pidieron ayuda a los vecinos.
De la complicidad nació la armonía, cobró brillo el parque, cada quien aportó lo que pudo y aparecieron algunos comestibles (bocaditos, croquetas, chupachupa y dulces caseros) y bebestibles (refrescos). Y se organizó la fiesta cómo al homenajeado le hubiese gustado: mucha alegría, sano divertimiento y amor a raudales “para los que saben querer”.
Fue una fiesta a lo cubano. Cantos, competencias, juegos y adivinanzas; números montados y hasta improvisación; entrega y disfrute. Fiesta a lo cubano, donde la genialidad de la sencillez hace parir grandeza de la nada.

El profesor de Historia, Juan Ortiz Osorio, combatiente de Girón y la Lucha contra Bandidos (LCB), tuvo a su cargo la apertura. Con apoyo de los integrantes de la Brigada José Martí, de Altahabana, habló del Fidel niño, del joven rebelde, el estudiante de nivel superior, que en las aulas de la Universidad de La Habana se hiciera revolucionario, y del brillante estadista.
En respuesta a preguntas de Ortiz, cada niño ofreció su visión, de un Fidel que no conocieron, pero le tienen presente; claro está, él es la Revolución en sí misma.
“Fidel es bueno”. “Fidel es mi papá”. “Fidel acabó con los malos”… Variadas y peculiares como el escenario reinante, los flashes devueltos a cada interrogante de Ortiz. Pero ninguna como aquella del chamo, vestido de militar, con un uniforme a la medida, que como Raúl dio lo que para mí es el mejor adjetivo que le acomoda al Comandante: “¡Fidel es Fidel!”.
Ese es su Fidel personal, y el mío también. A falta de un calificativo que lo pueda abarcar en toda su grandeza, solo el mismo para equiparle con toda justicia.
¡Quién habría de imaginarlo! Tanto esfuerzo, tanto tiempo, tantos recursos y tanta vaina para eliminarle, que acaba de cumplir 98, y ni siquiera la muerte ha podido sepultarle.

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