Parte de las mayores atracciones recreativas del verano, siempre están relacionadas con un chapuzón en las playas, piscinas o parte del litoral donde las regulaciones establecen que son aptas para la recreación. En correspondencia con los miles de habaneros que disfrutan este verano, conversamos con Alfredo Clemente Pedraza Landín, jefe del Departamento de Seguridad Acuática del Oeste de la capital y coordinador provincial (en funciones) de la Actividad de Seguridad Acuática.
“En primer lugar, cada uno de los miles de bañistas que vacacionan deben tener en cuenta que la salud está determinada por el equilibrio entre el ser humano y el medio ambiente. Las playas son parte de un proceso de millones de años, por tanto se han tomado medidas para la preservación del medio ambiente en playas con arena, en las cuales se han establecido regulaciones para la protección de las dunas, donde podemos observar una vegetación (uva caleta, guisazos) que permite con sus raíces evitar el retorno de la arena al mar o se produzca una degradación que la convierta en suelo.
“Toda la sal de la evaporación del agua impide la salinización de los suelos que se encuentran cercanos a la playa. De ahí que debemos mantenerlas libres de desechos, fundamentalmente de aquellos no biodegradables y que requieren medio milenio para destruirse, como el plástico, por ejemplo.
“Por indisciplinas sociales hemos comprobado el daño en cestos colectores de desechos en nuestras playas. Incluso, la rotura de botellas puede causar heridas a los bañistas. Tenemos anécdotas de visitantes que nos aseguran la aceptación de sargazo, agua mala, piedras y todo aquello que forma parte del entorno natural, pero se quejan de la presencia de objetos cortantes, jabas de nailon y otros desperdicios.
“Aquellos que van a pernoctar o acampar –fundamentalmente en las playas del Este- deben tener un mínimo de conocimientos, que los salvavidas les podemos facilitar –como información instructiva sobre técnicas para evitar que sanitariamente no constituyan una agresión al ecosistema en el cual interactúan”.
Su experiencia y formación en 1969 como salvavidas y otras labores relacionadas con la actividad subacuática, le permitieron adquirir la preparación necesaria para formar parte de la Comisión Nacional de Prevención de Accidentes no Intencionales, del Instituto Nacional de Higiene, Epidemiología y Microbiología y prestar asesoramiento a la docencia médica en facultades de la tecnología de la Salud.
“La formación de salvavidas se encuentra en una etapa superior. Las universidades de ciencias médicas junto con las facultades de la enseñanza de Tecnología de la Salud, son las encargadas, en correspondencia con los programas determinados para nuestra actividad, que han sido aprobados, certificados y homologados por el Ministerio de Educación.
“En Cuba existen dos escuelas de Salvavidas: la ubicada en Guanabo (antes nacional) y Livia Governeur, en la provincia de Matanzas. No obstante, reitero, las universidades de ciencias médicas en sus diferentes territorios tienen en cuenta esta preparación para el servicio de apoyo a la salud de bañistas en piscinas y playas.
Nuestra formación tiene muchos elementos teóricos y prácticos. “Antiguamente se conocía el ahogamiento como asfixia por sumersión. Actualmente se denomina asfixia y sumersión, porque la víctima puede estar fuera del agua, en estado de embriaguez, que se acuesta en la orilla y aspira agua y arena porque sube la marea y pueden fallecer al lado de la familia y ni siquiera estos se dan cuenta. También ha ocurrido con personas discapacitadas que no están bajo el control de otros, niños fuera del alcance de los adultos.
“La Organización Mundial de la Salud (OMS), cada dos años realiza congresos mundiales de ahogamiento. El último informe (2016) que se presentó en Vancouver, Canadá, y no ha variado mucho, asegura que se producen 42 fallecimientos por hora. Es la tercera causa de muertes violentas no intencional con unas 372 000 víctimas por año.”
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