Todos mezclados. Así amaneceremos los capitalinos el venidero miércoles primero. Desbordaremos los escenarios escogidos para la celebración.  Y sí, es verdad que los desafíos cotidianos se tornan verdaderos quebraderos de cabeza, pero, a fin de cuenta, desde el principio supimos que fácil no sería, y lo asumimos. Sin titubeos. Sabido es, soñar en grande cuesta, qué cará.

Pendiente arriba y con el viento en contra, a pie y por resolver un montón de requerimientos esenciales, algunos de esos que no admiten aplazamientos, más consciente de que a la fiera emboscada, no se le puede dar “ni un tantito así, nada”.   

De eso se trata, no ceder espacio, discernir, entregarse, ir de un abril de victoria a un mayo proletario, cultivar unidad para cosechar nuevas victorias, dispuestos, como los milicianos de las arenas de Girón, convencidos de que la razón no puede asistir a quien bloquea, calumnia; estimula la emigración ilegal o cierra puertas y levanta muros, a conveniencia. Quien gasta millones en fabricar armas o invadir países, mientras el mundo agoniza de desnutrición, no puede ser el bueno.

Quienes, ahora, apenas tenemos para comer y sí mucho que perder, volveremos a transitar por los tortuosos senderos diseñados desde el Norte para la Cuba que escogió sus derroteros y habla con voz propia.

Muy a pesar de algunos, por esos caminos hemos llegado lejos, y por ellos nos iremos a plazas y explanadas, esta vez, no con las pretensiones multitudinarias, pero de que estaremos, estaremos; tantos como para aguarles la fiesta a quienes –empeñados en olvidar y no sacar lecciones- vuelven apostar a las carencias, los tres gatos, el desánimo y el desaliento.

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