Ambrosia Salgado Crespo ha llegado a su cien cumpleaños. Toda su alegría se reparte entre sus vecinos de la cuadra en la barriada de Lawton, donde reside. Un onomástico que comparte en igual fecha con dos de sus tres hijos: los jimaguas a los cuales trajo al mundo hace 75 años: Aleida y Alejandro Correa Salgado, un 20 de marzo como regalo de vida a la familia. Hoy disfruta de este cumpleaños junto al menor de su prole, José Manuel, de 74.

No existe una fórmula para tanta longevidad, me dice y evoca su infancia en los cortes de caña, realizando la dura faena bajo el implacable sol en los campos de su natal provincia de Artemisa.

“Tenía que trabajar fuerte. Éramos 18 hermanos y el sustento de la familia dependía de cada uno de nosotros; por lo cual no podíamos apenas ir a la escuela. El trabajo no era una opción, sino una necesidad. Desde entonces toda la vida realicé diferentes labores: doméstica, lavar para la calle y sobre todo educar a mi hijos”.

Como todos los días no se cumplen cien años, la inusual cobertura la sugirió uno de los miembros de nuestro equipo de Tribuna (ese día su pequeño Anthony, arribó a los catorce años) y vecino más cercano de Ambrosia.

Allí, le vimos disfrutar de la sorpresa: una serenata diurna con Mariachis, en medio de la admiración de sus vecinos: “la familia más cercana”, como siempre dice esta longeva que me susurra una frase jocosa: “Ellos están contentos, yo también, solo que me toca cargar sobre mis hombros un siglo donde la mayor parte del tiempo, me dediqué a trabajar. Eso no mata a nadie”.

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