Una de las “coronelas” del equipo de guardia número uno de la maternidad en el Hospital Nacional es la doctora Rayma Setién, ginecobstetra, quien ocupa, entre sus responsabilidades, ser la jefa de sala de las gestantes. El 9 de diciembre cumple 15 años en esta especialidad. Antes explica que fue la médico de un consultorio de la familia.

¿Cuál es la característica que la identifica en cada jornada de servicio en el hospital?

—Una de las cuestiones importantes en este hospital es realizar las discusiones de los casos en colectivo, basado en los protocolos de la práctica médica de nuestra especialidad, pero individualizando a cada paciente. Con el criterio de cada médico se llega a un consenso. Es un proceso riguroso, multidisciplinario.

“De manera que no es solo el trabajo de nosotras a quienes el Doctor Ernesto Cordoví, el director, llama las “coronelas”, sino de todo un equipo de guardia, un equipo de sala, un equipo grande e importante de neonatólogos e incluyo a los reanimadores con los cuales conformamos un binomio del cual no podemos separarnos y las enfermeras que son nuestros ojos en las salas, durante el parto o en el cuerpo de guardia”.

¿Cuándo sintió el llamado de esta profesión, cómo sucedió?

—Fue algo maravilloso. Cuenta mi madre que a los tres años quería ser médico y armé mi primera gran perreta y la única, por unos juguetes. Quería tener el set de mesa de enfermera o de médico. Renuncié a la bicicleta o triciclo que me correspondía. Y mi madre hizo el cambio de juguetes con una niña que deseaba la bici. Resultó una negociación dura, después lo supe.

“En la familia habían varios médicos; pero no me inculcaron ese amor por la Medicina. Esperaban que llegara sola a esa decisión que ahora se repite con mi hijo. Descollaba como un excelente percusionista, colmenero, como llamamos a los niños que forman parte de la compañía La Colmenita. Tocaba muy bien la tumbadora y me dice un día “quiero ser médico”.

“Recuerdo que me impactó aquella solicitud de apoyo. Desde el círculo infantil, cuando tenía que presentarse en una actividad, en vez del traje de La Colmenita, pedía uno de médico y me obligaba a confeccionar aquellas ropitas. Se llama Rubén kindelán y está en el cuarto año de Medicina del Hospital Clínico-Quirúrgico Doctor Joaquín Albarrán.

“Él me dice que su orgullo es que yo sea su mamá y como médico también me admira. Le respondo que lo más importante es el compromiso en cuanto al ejemplo profesional. Es nuestro reto más grande y el cual compartimos. Tanto en la actividad médica o en mi condición de docente. Le reitero que debe estar comprometido con sus colegas, sus pacientes y familiares de estos…

“Una de las características que me señalan siempre, en mi colectivo, es que -con independencia de saber marcar cuándo estoy dentro o fuera del hospital-, me llevo los casos a mi hogar para continuar el seguimiento hasta el final: toda la información, el conocimiento de todos los casos, de los pacientes, que cada especialistas disponga de su cubículo, en correspondencia con las patologías para garantizar una óptima asistencia. Llamo, pregunto cómo va la guardia…

“Es difícil porque tenemos una vida familiar en casa. Llevo el peso de la administración del hogar, además debemos cuidar del matrimonio, ser madre. Es complicado, pero también gratificante. Es bueno llevar los buenos resultados al hogar, pero igualmente los malos. Es la familia quien te apoya, es importante”.

La Doctora Setién, asistida por su hijo, estudiante de Medicina, en una de las intervenciones. Foto: Cortesía de la entrevistada

¿Cómo enfrentan esa carga de disyuntivas y decisiones que deben tomar cuando se trata de pacientes muy jóvenes que adelantan la etapa de su vida a la maternidad?

—Por nuestras salas pasan jóvenes, muchachitas, casi adolescentes, y mujeres adultas de más de 40 años. Son edades extremas de riesgos, tal como las calificamos en la ginecología y en la obstetricia, aún más, por la cantidad de patologías asociadas a esas edades. Pero siempre me identifico con esas niñas, las oriento, las educo, porque no solo debemos realizar el trabajo asistencial. Resulta importante contribuir a la preparación para la vida. Siempre queda el tratarlas como niñas, en los casos que son precoces, pero con la distancia necesaria entre el criterio de médico con respecto a la paciente lo cual no excluye el amor en esta relación.

“Los médicos sufrimos el dolor de nuestros pacientes. En nuestro caso, no porque el parto sea doloroso podemos estar conformes y decir que es normal ese dolor del parto. Le aseguramos que solo una madre lo puede sentir, ese momento de contracciones fuertes que requieren de sensibilidad, de apoyo. A veces solo con abrazarlas, cantarles. Incluso hacemos coro y una coreografía en la cual mostramos alegría a sus familiares.

“En las calles cuando observo a niños con sus madres, me pregunto: Lo habré sacado yo. Es una alegría tremenda porque es el resultado de uno de nuestros colegas, en cualquier hospital de la ciudad. Es la razón por la cual trabajamos, darle a la familia la alegría de un nuevo miembro”.

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