La joven doctora Carmen Rosa Molina Pérez, especialistas en Ginecología y Obstetricia, tiene la virtud de establecer un puente directo con sus pacientes. De ahí que por su responsabilidad y dedicación en su área de trabajo, en la maternidad del Hospital Nacional, es una de las llamadas “coronelas”, para definir la importante labor en los resultados que muestra este centro de referencia en la capital.
¿Cómo llega a la Medicina? ¿Pudiera describir ese primer momento?
—Eso sucedió cuando egresé del preuniversitario vocacional Federico Engels, de Pinar del Río. Me sentí enamorada de las conferencias que nos ofrecían especialistas en Medicina que venían a nuestra escuela, por distintas profesiones. Quise desde entonces, en mi caso, ser médico.
“Entonces ingresé en la Facultad de Ciencias Médicas Ernesto Che Guevara, donde cursé los primeros años de la carrera. Por ser del municipio de Bahía Honda, continué estudios en el Hospital General Comandante Pinares. Al terminar pude hacer mi servicio social en el Ministerio del Interior. Tenía claro cuál sería la especialidad a seguir porque realicé la ayudantía en Ginecología, desde el cuarto año de la carrera. Sabía que era difícil, que no se duerme…, se trabaja mucho, que es un poco estresante, pero sé que es muy bonita, linda, linda, con un alto riesgo porque son dos vidas: la madre y el bebé. Digo esto porque en el barrio, con respecto a las embarazadas, como decía un profesor nuestro, hasta los perros esperan la llegada. Y eso es verdad.
¿La familia, cómo le apoya?
Hace una pausa. Sus ojos toman un matiz que acentúa el gesto con el cual retira una lágrima furtiva a punto de brotar y pide un momento para detener su emoción.
—Disculpa. Es muy importante. Son 25 años juntos. Cuando hacía mi servicio social en el Minint, lo conocí. Pedro Mesquía Gómez, con quien tengo una hija de 18 años, Melany. Él, un militar que me apoya, desde entonces, en todo: mis ideas, el deseo de hacer esta especialidad en San Cristóbal. Juntamos nuestras vidas y la verdad es que él me lo hizo más fácil.
“La familia sufre, porque esta es una especialidad bella, pero compleja. En estos tiempos, más, pero la Obstetricia requiere muchas guardias. Nunca mi esposo se ha molestado porque de momento debo estar en una guardia. Yo no tenía nada preparado y él decía: No importa… y se ocupaba. No sé si es por su formación militar.
“El amor y el respeto. Siempre ha confiado en mí. Estamos juntos en los momentos de alegría y también en los de tristeza, porque en nuestra profesión, a veces los resultados no son los esperados, aunque uno lo evite. Ocurre…
“La niña la tuve cuando ya era especialista. Llegué a este hospital como doctora y embarazada. Me acogieron, como en familia, trabajé todo ese tiempo de gravidez. Lo daba todo como gratitud a quienes me acogieron, incluso en estado de gestación. Luego de la licencia y la posterior incorporación; mi niña tenía un año y tres meses y la dejé al cuidado de mi familia, mientras laboraba.
“Todos luchando para que tú puedas dar vida a otras vidas. Es un engranaje que si no tienes apoyo no puedes lograrlo. Mi niña decía por teléfono: “¿Mamá tú vienes?”. No podía engañarla y al siguiente día le contaba cuántos bebés habían nacido y recibí. Que los padres estaban contentos. Entonces respondía: “¡Está bien mamá!”.
“Así se fue adaptando que mamá se ausenta cada cinco días a la casa. Atravesamos las etapas más difíciles: pandemia de covid-19, entre otras. Lo único que no he hecho es cumplir misión internacionalista. No la quiero dejar en esta etapa de su vida. Para mí resulta muy importante. Los médicos y especialistas que permanecemos en Cuba tenemos una misión: para que puedan realizar ese servicio de colaboración, otros estamos aquí y logramos como una gran familia de médicos cubanos, formados por esta Revolución. Todos tenemos trincheras de trabajo; unos en otras naciones, pero abogando por lo que nos enseñaron siempre: lo más importante es el pueblo y la salud del pueblo”.
Ver además: