Cual gigante se alza aquel que, pese a las dificultades, planta firme los pies en la tierra donde nació y decide, no hay goce mayor, ni recompensa más dulce que servirle, sin pedir a cambio ninguna otra retribución que la satisfacción de saber que con sus acciones, protege a la Patria amada.
Bendito el país donde sus jóvenes son capaces de actuar de esa forma, aún cuando se vivan tiempos de borrascas, pues el alma noble de esos jóvenes le convierte en una nación rica.
Varias son las voces que en estos días se han alzado en las asambleas de balance municipales XII Congreso de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) en la capital, y múltiples las historias de entrega que desde el anonimato tejen personas como Ramsés Mazorra Leal, un joven que desde su puesto de trabajo en la Farmacéutica 8 de marzo, en el habanero municipio de Cotorro, contribuye al bienestar del pueblo.
En su voz se percibe la satisfacción por pertenecer a esa fábrica de antibióticos, pues las producciones que allí realizan, más allá de sustituir importaciones, son vitales para la recuperación de esos pacientes que "tenemos grave, en atención hospitalaria, y no podemos estar en trámites para la adquisición de un antibiótico en el exterior, cuando su vida pende de la inmediatez del antibiótico, de que ese medicamento llegue a tiempo para salvarle la vida".
Salvar vidas es la premisa de los jóvenes y demás trabajadores que laboran en la 8 de marzo, por lo que no cesan en la búsqueda de alternativas para producir los antibióticos que el pueblo necesita. Pero también crean medicamentos alternativos a partir de plantas medicinales, con los cuales combatir procesos inflamatorios, restringir células cancerosas, además de innovar piezas de repuesto para que las máquinas "se mantengan disponibles para la producción de antibióticos". En esas acciones, marchan unidos, desde los trabajadores más experimentados, hasta los más jóvenes, demostrando que en la 8 de Marzo, salvar vidas es la razón de ser de quienes allí laboran.
Pero en la 8 de marzo no solo se producen antibióticos para el pueblo, sino curas para el alma. Ramsés refiere que en medio de la COVID-19, cuando trabajar en un centro de aislamiento representaba poner en riesgo sus vidas, la de sus hijos, sus madres, padres, los trabajadores de la 8 de marzo, entre ellos muchos jóvenes, prestaron servicios en la Escuela de Enfermería del Cotorro, institución que por esos días sirvió de centro de aislamiento.
De igual forma han compartido lo que tienen con los afectados en Pinar del Río por el huracán Irma, para paliar en algo las necesidades de quienes, salvo la vida, habían perdido todo, o casi todo. La atención a dos niños con problemas físico motores es otra de las tareas que acomete la juventud de la 8 de marzo, empeños en los cuales, señala Ramsés, siempre han contado con el apoyo del Consejo de Dirección.
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