En su aniversario 503 luce tan joven que puede advertirse sus visiones de convergencias entre residentes y visitantes de la ciudad-hogar, plena de historia y de reencuentros que nos permiten evocar lo vivido con la esperanza de regresar a sus calles.
La Habana se mantiene en un proceso de transformación arquitectónica sostenida en medio de los avatares provocados por la escasez de recursos para empeños más ambiciosos, sin dejar de ser la ciudad que nos llama desde cada mañana y nos recuerda que los ocasos son apenas preludios de una jornada diferente para continuar la vida.











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