Por la zona de Los Palos, municipio de Nueva Paz, actualmente provincia de Mayabeque, en la finca Santa Elena, un grupo de jóvenes revolucionarios, entre los que se encontraba Agustín Díaz Cartaya, se reunían con Fidel. "Y en una ocasión este irrumpe en el grupo nuestro y me preguntó que si estaba dispuesto a hacer un himno para la Revolución, y me lo dijo así con una confianza tan certera como él era en esas cosas", destacó Díaz Cartaya.

"De ahí en adelante fue posible el que yo fuera capaz de decirle que si, un sí rotundo, porque yo no podía decirle que no a nada de lo que él me pidiera. Comencé a hacer diferentes prácticas, porque yo antes era un buen autodidacta.

Foto: Roly Montalván

"Yo tuve muy poco tiempo para vivir una vida normal, vivía sin madre ni padre. Mi mamá trabajaba sin sueldo alguno en casa del Doctor Luis César Portela, el cual era el director de la casa de beneficencia y yo vivía allí.

"Viví también en casa del Doctor San Pedro, el cual tenía una excelente biblioteca y me decía constantemente que leyera mucho. Por eso no me costó trabajo alguno aceptar la propuesta de Fidel; le di un sí rotundo y comencé con el himno del 26 de julio, a inspirarme más en la creencia de Fidel, quien depositó toda su fe en mí para que hiciera ese himno".

Y así surgió, de la mente de Cartaya esta marcha que fue durante mucho tiempo algo grande, algo que inculca a todos los revolucionarios a ser capaces de luchar por la libertad.

Por esta y otras muchas razones, a solo unos meses (25 de septiembre) de cumplir 93 años, este revolucionario cabal recibió en su casa, en el reparto Casino Deportivo, en el Cerro, de La Habana, la visita del Héroe de la República de Cuba y coordinador nacional de los Comités de Defensa de la Revolución, Gerardo Hernández Nordelo, quien intercambió con este y su esposa durante un fraternal encuentro.

Antes de finalizar la visita, Díaz Cartaya entonó las notas del inmortal himno del 26.

Foto: Roly Montalván

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