La marinería, ya sea de Pesca o Mercante, exige mucho de quienes la practican. Entonces, en un ejercicio de imaginación calcule usted cómo será en el caso de la rama vinculada al Arte Militar. Siga imaginando y saque la cuenta para Cuba específicamente, bloqueada y sin recursos, obligados los combatientes de la Marina de Guerra Revolucionaria (MGR), a suplir, con creces, con lo que depende del hombre (arrojo, ingenio, disciplina, entrega, habilidades…), la abismal superioridad del enemigo, en cuanto al número de efectivos y medios, de hecho, estos últimos, con un altísimo nivel de desarrollo.
Sin lugar a dudas es duro, incluso lo resulta hasta para los hombres rudos. Y quizás por eso asombró tanto, durante el recorrido de un equipo de Tribuna de La Habana, por una de las unidades de la MGR, subordinadas al Ejército Occidental, que a cada paso apareciera una mujer, de uniforme o civil, fornida o menuda, rubias y morenas, desde teniente de corbeta hasta capitán de fragata, grado que ostenta la jefa del Estado Mayor, de la unidad, el segundo de más importancia después del jefe.
Y sí, las puedes encontrar frente a un aula de Destacamento de Exploración Costera, impartiendo el tema de la organización del combate y la rutina, que en la de Navegación o la Preparación Especial-Base Técnica de Cohetes, por solo mencionar unas pocas; también dejan verse en las obras ingenieras, los almacenes, el comedor o la cocina.

“Nuestras mujeres son multifacéticas e imprescindibles. Están representadas –y en ocasiones hasta son mayoría- en los perfiles de Mando y Dirección, las áreas técnicas y en los aseguramientos, tanto combativos como logísticos. Nadie como ellas para impartir una clase, dar una orden o buscar la solución al problema personal del subordinado, en justo equilibrio con la observancia y cumplimiento de los deberes funcionales. Al final, casi siempre logran que reine la armonía y la contentura, y eso redunda en que se lleven al feliz término cada una de las misiones generales y diarias de la unidad. Y eso es lo más importante”.

Eso afirma el teniente de Navío Yanquier González Caballero, jefe de operaciones de la unidad, quien sin titubeos afirma que “…todo en la vida será siempre mucho más llevadero si media el acompañamiento de las féminas, lo mismo lo malo que lo bueno, la monotonía de una travesía marítima o los inconvenientes que puedan darse durante la vida en campaña; la estancia en un hotel cinco estrellas o una fiesta en una discoteca, y así hasta completar el cuadro de la existencia”.
La teniente de corbeta Arlet Laborde Sánchez, lleva solo poco más de un año de graduado y de vida como profesional y oficial de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), específicamente de la MGR, pero siente que ya es suficiente para haber llegado al convencimiento que ha encontrado una forma de realización.
“Me gradué de ingeniería de laboratorio. Tengo la misión de comprobar el estado técnico de los cohetes y otras armas, es decir, evaluar el estado de sus parámetros. También imparto la especialidad, aquí mismo en la unidad.
“Yo opté por la carrera ni obligada ni por compromiso. Y si bien me enamoré de la carrera en los años de estudio en la Academia (Naval Granma), después de graduada, que he tenido la posibilidad de llevar a la práctica lo aprendido en las aulas, e incluso validarlo y perfeccionarlo, he firmado un pacto de fidelidad eterna con lo que hago”.

Arlet no vacila al hablar. Con rapidez y precisión suelta una palabra detrás de la otra, segura y como quien se sabe convencida de lo que expresa: “Fácil no ha sido. La práctica de mi especialidad demanda a veces la manipulación de elementos pesados, pero adquiere habilidades y mañas, y lo hace. Aquí los compañeros te tratan con caballerosidad y cortesía, pero sin menoscabos ni lástima. Cuando más, los experimentados te enseñan, pero saben que el éxito depende mucho de la capacidad de valerse por sí solo, que cada uno adquiera en lo concerniente a su responsabilidad. Unidos, cohesionados, pero cada quien a lo suyo, con independencia del sexo. Y eso, al menos yo, lo agradezco.
“¿Respeto? Como en la vida civil, te ofrecen todo el que uno misma sepa ganarse”.
Si a Arlet la encontré en uno de las aulas especializadas frente a sus alumnos, el intercambio con la capitana de fragata Arelaisi Cardoso Fuentes, jefa de preparación combativa, de la unidad, transcurrió mientras supervisaba un episodio de trabajo combativo con la técnica fundamental con que cuentan.

“Ahora mismo ejercitamos todas las tareas que nos corresponden, de ser atacados por un enemigo”, me explica mientras me convida a seguirle para apreciar, tanto ella como yo, como la dotación de una instalación de lanzamiento ejecuta las órdenes de la joven oficial que tienen al frente.
“Egresé de la Academia Naval en 1996 y desde entonces estoy en esta misma unidad. Toda una vida, en la cual he transitado por diferentes cargos, y creo que no lo he hecho tan mal. Lo prueba el hecho de que hoy soy la responsable directa de la preparación combativa de todo el personal, en todas las categorías, tanto los oficiales y suboficiales como los sargentos, cabos y marineros. En una unidad militar no hay tarea más importante, y lo han puesto en manos de una mujer.
“Eso demuestra la confianza que tienen en nosotras, y al mismo tiempo que me enorgullece me compromete. Están en juego cosas sagradas: cumplir con la parte que nos toca en la defensa, pero también no defraudar, por mí también, pero sobre todo por mis compañeros y todas las mujeres cubanas”.

Me conduce hasta el lugar donde una dotación de exploración naval trabaja con la carta náutica.
“No somos pocas, y si hoy somos un colectivo de referencia es porque las mujeres nos entregamos a la par de los hombres. Ah, la mayoría estamos casadas o noviando, muchas tenemos hijos, algunas más de uno, y otras, como yo, hasta nietos, pero como amamos lo que hacemos tanto como a los hijos, nietos y esposos, nos las arreglamos, sin pedir tregua ni dar un paso atrás, que nos saque del lugar que nos hemos ganado, en la primera línea”.

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