Sobre la pesa, llena de impurezas y otras “trampas”, oscila una libra de boniatos con la evidente presencia del Tetuán y parte de la tierra que trajo desde el surco. Con una precisión milimétrica, quien despacha, suelta de sopetón el precio y retira la mercadería antes que el cliente respire, con un déjà vu, “lo tomas
o lo dejas”. Así funciona la mal llamada oferta (¡¿…?!) frente a la creciente demanda de alimentos agrícolas en todos los municipios de La Habana.

Sin embargo, un detalle parecía inamovible, el pago de los impuestos casi detenidos –en las mismas cifras– desde antes del comienzo de las regulaciones debido a la pandemia de covid-19; o sea dos años y un escenario en el cual pulseaban tres tipos de moneda y los precios resultaban un tanto más bajos que los supersónicos actuales.

La aplicación de un impuesto sobre las ventas minoristas –con un tipo impositivo a las personas naturales y jurídicas que comercialicen productos agropecuarios de forma minorista–, aprobado en la Resolución 16/2022 del Ministerio de Finanzas y Precios (mfp), incluida en la Gaceta Oficial de la República, traza un rumbo diferente para quienes ganan con el “río revuelto” (falta de controles y regulaciones ajustadas al nuevo escenario económico) y sostienen leoninas ganancias, mediante la especulación.

Con este documento el mfp está facultado para establecer esta medida cuando circunstancias económicas y sociales, a su juicio, así lo aconsejen con el impuesto del 10 % a quienes comercialicen productos agropecuarios de forma minorista en: mercados agropecuarios; puntos de ventas pertenecientes a cooperativas de créditos y servicios; cooperativas de producción agropecuaria u otras formas de producción, incluidos los productores individuales; ferias u otros eventos expresamente autorizados y en las unidades de comercio minorista autorizadas a adquirir y comercializar productos agropecuarios.

JUGAR CON LA CADENA…

Por supuesto, la evasión de las regulaciones fiscales siempre estará presente en la conocida “multa” a los clientes, los que asumen defender la expoliación de los bolsillos con los reclamos de topes a productos en el mercado por parte de los consejos de la administración municipales para fijar los precios máximos.

Igual ocurre con lácteos como el queso prácticamente desaparecido y con un “regreso”, solo accesible a quienes pueden obtener ingresos sobredimensionados de otras actividades económicas; por supuesto, no de un salario por significativo que sea el incremento.

A pesar de que La Habana sobresale por el desarrollo de la agricultura urbana y suburbana, la estimulación al uso racional de los patios y áreas cultivables, poco se avanza en cuanto a la presencia sostenida
y comercialización (con precios regulados a la calidad) de estos productos. Incluso  el fomento de la cadena que se apoya en la creación de minindustrias y las potencialidades de los municipios, como eslabones fundamentales del desarrollo local, parece detenido cuando sobre las tarimas observamos la exigua mercancía que se comercializa a precios estratosféricos, sin que ninguna de las regulaciones vigentes
tenga efecto entre la llamada oferta y la demanda.

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