Mejor diseño = mejor país es una ecuación que no nació con la creación, el 9 de julio de 1980, de la Oficina Nacional de Diseño (ONDi), institución situada en el capitalino municipio de Plaza de la Revolución, pero bien pudiera considerarse un derrotero desde sus días fundaciones, la cual durante este tiempo tanto ha hecho por buscar, promocionar y crear espacios donde lo útil, lo bello y lo sostenible conformen un entorno cada vez más cercano al desarrollo integral del país y la elevación de la calidad de vida de su gente.
Su creación hace 41 años hace que se considere en sí misma una política pública, entendiéndose, desde esa temprana etapa, que el diseño estaba convocado a jugar un rol de anticipación y prospectiva, de cara a los esperados avances en el desarrollo económico–social de la Isla.

A propósito de este aniversario, la Jefa de la ONDi, Gisela Herrero, vuelve a traer a colación esa suerte de fórmula que interrelaciona la disciplina con el presente y futuro de la nación, y de la cual habló hace dos años para llamar la atención acerca del imperativo de que dicho quehacer tenga una presencia visible en todos los ámbitos de la sociedad cubana, con una expresión permanente en la vida cotidiana del pueblo.
“La comunidad de diseñadores de la Isla seguirá acompañando al país con talento y compromiso”, declaró Herrero a Tribuna de La Habana, y acotó cómo se vive un momento en que “la voz del diseño se está escuchando alto y en tesituras diferentes”, traducida en más productos, alianzas y acciones que deben contribuir aún más, a un encadenamiento con la industria, el privado y la academia.
Valen sus palabras en celebraciones precedentes, cuando ha afirmado cómo los profesionales de la especialidad están ávidos de entregar proyectos que se hagan realidad y, de alguna manera, estén en la casa de todos los cubanos, al tiempo que el diseño sirva como elemento de soberanía, de protección a nuestros saberes y manera de vivir, que no tiene por qué ser copiada, ni replicada de otros contextos.
A juicio de Herrero, “todavía entre los emprendedores es más directo el canal de comprensión acerca de que el diseño es un elemento de competencia en su comunidad de concurrencia, y la empresa estatal no puede seguir timorata, ni darse el lujo de esperar”.
En tal sentido acotó: “La proactividad, palabra tan de moda, debe ser entendida e introducirla en los ADN empresariales, de las organizaciones y la Administración Pública; asimilar, además, la comunicación y el diseño industrial, todo asociado a una perspectiva de desarrollo y despegue que con la COVID-19 precisa de dar saltos más grandes.
“Hay un mundo antes y después de esta situación sanitaria y el diseño tiene el deber de seguir aportando e irradiar a todos los ámbitos de la sociedad cubana”, insistió.
De acuerdo con la Jefa de la ONDi, no puede hablarse de innovación, investigación y desarrollo sin tenerlo en cuenta como un pilar dentro de esa triada e insertado en el concierto de otros saberes profesionales y oficios los cuales deben ser revistados.
La fundación de la ONDi es fruto de la preclaridad del Comandante en Jefe Fidel Castro, quien desde muy temprano avizoró que el diseño era una herramienta insoslayable para los grandes empeños que Cuba tenía ante sí.

Junto con el nacimiento de la Oficina estuvo la creación de una universidad, el prestigioso Instituto Superior de Diseño –ISDi-, donde se ha formado una amplia cantera de profesionales de la disciplina, que hoy supera los casi 3 000 egresados.
“La fecha obliga a honrar, por supuesto, a los fundadores, desde Clara Porcet que enalteció el diseño industrial, pesando siempre en los hábitats óptimos; Iván Espín, cuyo papel fue esencial en hacer creer en el valor que suponía contar con una organización para estos objetivos y derroteros, y a José Cuendias Cobrero, quien asumió con tanta profesionalidad la dirección de la Oficina y del ISDi a la vez, durante más de quince años”, concluyó Gisela Herrero.
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