En la finca La Cotorra, en el municipio de Guanabacoa, Kety Díaz, parece incansable. Del amanecer hasta la tarde, recorre el campo, revisa los cultivos intercalados, el panel solar y los animales. Al final del día, claro que se cansa.

Nació en ese espacio de las afueras de La Habana, donde se encuentra la Cooperativa de Créditos y Servicios José Martí y es una de las campesinas beneficiadas por el proyecto de cooperación internacional Contribución a la Producción sostenible de alimentos en municipios cubanos (Prosam).
Según recuerda, cuando hace dos años le dijeron sobre su selección, se asustó un poco, pero aceptó y no se arrepiente. Prosam “me ha aportado mucha capacitación y recursos para la producción: sistema de riego, paneles solares y turbina y tanques de agua para la vivienda”.

Junto a su esposo cultiva la finca de algo más de dos hectáreas, donde es vital la materia orgánica por el desgaste del suelo. “Me gusta el campo y los animales. Para dedicarse a esto, tiene que gustarte de verdad”, explica.
El proyecto, apoyado por las organizaciones no gubernamentales Care y Oxfam y con financiamiento de Canadá, tiene impacto en otros cuatro municipios del occidente cubano: Artemisa, Bejucal, Güines y Madruga. Su objetivo es fortalecer las capacidades de las delegaciones municipales de la Agricultura y del Instituto de Suelos para promover el autoabastecimiento local con prácticas agroecológicas y contribuir a la elaboración de planes productivos que combinen la demanda de la población con los intereses de quienes producen la tierra.

Del dicho al hecho
Justo eso ha hecho Prosam en la finca La Cotorra, fortalecer la capacidad de Kety para producir. Pero no es la única. En el área urbana, el proyecto apoya también a la Unidad Básica de Producción Cooperativa Villa 1, que preside Leticia Medina.
“Cosechamos principalmente hortalizas de hojas y condimentos frescos. Con Prosam estamos desarrollando un proyecto para condimentos secos -algo que existía y e perdió por el deterioro de los equipos-, que tanto demanda la población para darle sabor a la comida y sustituir importaciones”, destacó.
Eso, dice, llevaría un deshidratador solar, rústico o no, bandejas, batidora, naylon y selladoras. “Desde Prosam, nos suministrarían esos tres equipos, los principales que necesitamos; lo demás, cosechar, es cosa de nosotros”, dice Leticia, al frente de 10 personas –tres mujeres y siete hombres-, que trabajan en el organopónico y la finca de la Unidad Básica de Producción Cooperativa (UBPC), ubicada a 20 kilómetros de distancia.

“La diversificación va a venir de la mano del proyecto”, sostiene la presidenta de la cooperativa, a su vez jefa de producción, comercializadora, organizadora, dentro de un colectivo que practica el multioficio, lo cual permite mayor eficiencia e ingresos superiores.
Apegados a la estrategia del país para el impulso a la economía en medio de la pandemia, en Villa 1 estudian fomentar al menos un producto de exportación, que les proporcione ingresos en moneda dura y potencie el desarrollo de otras líneas, en pos de la sostenibilidad.
De acuerdo con Yosley Márquez, coordinador de Prosam en Guanabacoa, en ese territorio el proyecto de unas 14 fincas, con más de una veintena de iniciativas, impulsa las cadenas de valor hortalizas, frutales y ganado menor ovino caprino y centros de comercialización.
“Nosotros iniciamos el proyecto con siete mujeres líderes y hoy tenemos ya tenemos más de 60”, destacó.
Con toda intención
Según Márquez, “Prosam ha potenciado la participación de las mujeres en el municipio, buscando su liderazgo, para un mejor funcionamiento, además de que ha aumentado la producción a partir de la aplicación de tecnologías y nuevas prácticas en la Agricultura”.

Transversales son los enfoques de género, medioambiental y productivo desde la formulación del proyecto. de acuerdo con Laritsa González, facilitadora, Prosam incluye indicadores específicos para la incorporación, fue “fundamental que hubiera mujeres generando iniciativas en los emprendimientos productivos, a la vez que firmó un convenio de trabajo donde eso era un requisito”.
Carlos Aragonés, también facilitador, indica: “he visto muchas cosas hechas en género, pero en ocasiones se queda en la palabra y no se concretiza, por eso, le pusimos mucha fuerza a tener mujeres líderes de verdad”.

Según Aragonés, “no es pobrecitas las mujeres, es demostrar que eres capaz de hacerlo, sobreponerte, salir adelante y ser exitosa”.
Prosam persigue el reconocimiento social de mujeres diversas vinculadas a las cadenas agroalimentarias en la Agricultura, desafiando el machismo estructural que invisibiliza sus capacidades, sueños y disposición de producir alimentos. Con el arsenal que aporta, ellas pueden conseguirlo.
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