Las secuencias de acciones directas de terrorismo, a través de grupúsculos de mercenarios en Cuba, están relacionadas con la estrategia del Gobierno de Estados Unidos para derrocar a la Revolución cubana, en diferentes niveles de agresión como los intentos de establecer bases de la “oposición”, como es el caso del llamado Movimiento de San Isidro, para convertirlos en caballos de Troya, desde los cuales generar una algarabía como la pretendida por los integrantes de este grupúsculo donde la primera característica es la composición social de sus personajes -bien diseñados por los servicios de inteligencia norteamericanos- para mostrar una supuesta diversidad de intereses que, evidentemente, convergen en la ruta más antigua utilizada por los imperios: el dinero.
El uso de las plataformas ciberespaciales para pretender movilizar una reacción en cadena contra la Revolución cubana, tiene el mismo guion de los proyectos “Primaveras” empleados en Yugoslavia, Libia, y otras naciones en las cuales (abiertamente) Washington ha mostrado su capacidad de ataque.
De igual forma, se apoyan en las posibilidades de controlar y mantener bases de datos en soportes controlados por corporaciones estadounidenses vinculadas a las tecnologías de la informática y las telecomunicaciones. Este es un factor que condiciona la posibilidad de crear “rampas” de ataque mediático dentro del territorio de cualquier país fuera de los Estados Unidos e, incluso, controlar los sistemas operativos computarizados de las naciones con las cuales mantienen relaciones comerciales normales o influencias políticas.
Para el caso de Cuba la estrategia de subversión se propone mediante nuevas variantes que pretenden fortalecer la presencia de los grupúsculos de la oposición, a partir de la creación de redes provistas de equipamiento especializado para la transmisión de mensajes encriptados, la subversión, así como el espionaje económico y de instalaciones militares de acuerdo a los propósitos del gobierno de los Estados Unidos, la CIA (además de otras agencias de inteligencia) y el Pentágono.
Defender el derecho de la Cultura cubana como parte del legado histórico de la nación resulta una convocatoria permanente en la lucha de un pueblo para defender la soberanía y la identidad frente a los intentos de colonización ideológica que precede a cada acción en la estrategia imperialista para consolidar su hegemonismo en el mundo y destruir los valores sobre los cuales se forja el destino independiente de nuestra nación.
Durante las reuniones sostenidas por Fidel, con los intelectuales cubanos, entre los días 16, 23 y 30 de junio de 1961, en la Biblioteca Nacional José Martí –histórica reunión conocida por Palabras a los intelectuales- definió que “La Revolución no puede pretender asfixiar el arte o la cultura, cuando una de las metas y uno de los propósitos fundamentales de la Revolución es desarrollar el arte y la cultura, precisamente para que el arte y la cultura lleguen a ser un verdadero patrimonio del pueblo. Y al igual que nosotros hemos querido para el pueblo una vida mejor en el orden material, queremos para el pueblo una vida mejor también en el orden espiritual, queremos para el pueblo una vida mejor en el orden cultural. Y lo mismo que la Revolución se preocupa del desarrollo de las condiciones y de las fuerzas que permitan al pueblo la satisfacción de todas sus necesidades materiales, nosotros queremos desarrollar también las condiciones que permitan al pueblo la satisfacción de todas sus necesidades culturales”.
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El pueblo cubano lleva 61 años enfrentando todo tipo de agresión de los EUA, tiene una madurez política que no han tenido otros pueblos. Con la Revolución Cubana no han podido y no podrán jamás