Este 2 de noviembre, la Artillería terrestre cubana celebrará su cumpleaños 60. Bodas de diamante entre las piezas que han hecho muchas de nuestras victorias y sus operantes.

El arma vale lo que el hombre que la maneja. Y heroicidades de sobra han protagonizado nuestros artilleros para probarlo. Pliegos gloriosos, de sobra hay.

El primer teniente (R) Jesús Pérez Rodríguez jugó un papel destacadísimo, quien llegó a Angola a finales del 1975, al frente de una batería de BM-21. Los sudafricanos trataron varias veces de apoderarse de lo que sin duda era una estratégica elevación.

Allí el oficial cubano tenía el puesto de observación de su batería. Había además, una escuadra de tropas especiales del Ministerio del Interior. El enfrentamiento se tornó encarnizado, tenso y prolongado.

Llegó un momento en que el enemigo casi logra alcanzar y dominar la cima del montículo. Entonces en un arranque inesperado, inteligente, pero sobre todo corajudo, Rodríguez ordenó a sus hombres protegerse y lanzó varias salvas de BM-21 sobre su misma posición, con lo cual causó al enemigo varias bajas, rechazó el ataque y les obligó a la retirada.

Los hechos se explican por sí solos. A la artillería le llaman la Diosa de la Guerra y no es por gusto. Donde hay una pieza de artillería se hace notar y si la opera un compatriota lo más aconsejable para el adversario resulta encomendarse al cielo.

Es un arma de larga data dentro de la historia de lucha del pueblo cubano: ejércitos Libertador y Rebelde, Fuerzas Armadas Revolucionarias, y largo etcétera de exitosos desenlaces, alimentados en la manigua, primero; después en las serranías del oriente cubano, y hasta en llanos durante el avance hacia el occidente, fundamentalmente con las mismas piezas arrebatadas al enemigo.

Eso para no hablar de las brillantes páginas escritas por los artilleros en las arenas de Girón, la firmeza mantenida durante la Crisis de Octubre, el papel jugado en la lucha contra bandidos y la gloria de Cuba puesta en alto en las misiones internacionalistas.