En 82 años, los árboles han crecido y conquistado hasta los drenajes. Con el desarrollo de los árboles –incluso cuando ciclones y tormentas han intentado sacarlos de raíz-, el paisaje ha cambiado y nada se parece a aquella fecha de octubre de 1938 cuando abrió sus puertas el Jardín Zoológico de La Habana.
Los protagonistas suelen ser las especies en exhibición: leones, jaguares, chimpancés, monos arañas, cocodrilos, pavos reales, cebras y antílopes. Sin embargo, el verdadero protagonismo en la vida de un zoológico lo tienen quienes hacen posible el bienestar animal. En el zoológico, todo el mundo cuenta.
El hombre de la historia
De los 82 años que tiene el zoológico de 26, Raúl Campos Talavera, trabajó ahí 47 y solo se marchó porque la salud lo obligó a hacerlo, por lo que volver no sería una idea descabellada.
“Entré a trabajar aquí muy joven, en el año 71, como técnico. El director de entonces, doctor Abelardo Moreno, tenía una teoría muy buena: todo el mundo tenía que rotar por todos los puestos. Así que fui cuidador, preparador de dietas”, recuerda.

Estudió y se incorporó a trabajar en el laboratorio del jardín, en la sección de parasitología microbiología, aunque prestó su colaboración al Parque Zoológico Nacional y al Acuario Nacional de Cuba, en diferentes investigaciones, impartió clases a estudiantes de la universidad…
“Mi función siempre ha sido mejorar las especies, o sea, evitar que los animales se nos enfermen. Y cuando, desgraciadamente, tenemos un animal enfermo o lo perdemos, saber cuál fue la causa de la muerte, para evitar que el resto se contamine”, dice.
Su otra pasión ha sido la historia. Por ello, se dedicó a rescatar los antecedentes y la vida del zoológico tradicional más antiguo del país. “En estos 82 años, aquí vienen personas que lo visitaron de niños y hoy traen a sus nietos”.
La mayor satisfacción, dice, es cuando, gracias a su diagnóstico, los médicos veterinarios han podido salvar a un animal de una muerte segura, a la vez que lograr reproducir una especie difícil, pues “la función fundamental de un parque como este es la conservación de los animales para evitar que se pierdan como sucede en el medio natural”.
“A los nuevos muchachos que están entrando, les puedo transmitir que sigan trabajando por el bienestar animal, que si dentro de poco se puede aprobar una ley para ello, que la apoyen y continúen trabajando para que no se pierdan estas especies, que sean metódicos, intransigente ante lo mal hecho, eviten en todo momento que los animales coman lo que no deben comer y les mantengan limpios sus espacios”.

Hombres de leones
Son colegas y cómplices. Jorge Carvajal y Darién Hernández son cuidadores de los grandes felinos. Su misión consiste en mantener limpias las jaulas, ambientarlas para que en cierta medida tengan algunos elementos de la vida salvaje, alimentarlos y, sobre todo, dicen, observarlos. Así, pueden saber, por ejemplo, qué hembra está en celo y cuándo facilitarles el apareamiento.
Para ellos, es complicado encontrar algo que les sea difícil. Con más de 20 años en esta labor, conocen al dedillo qué hacer, sin que esto los lleve a ser descuidados, porque el más mínimo desliz, les puede costar la vida o dejar las marcas de dientes y las garras de los felinos en la piel.
“Difícil para mí no hay nada, llevo muchos años, uno se adapta a ellos y ellos se adaptan a ti”, dice y recuerda cómo cuando entró a trabajar en el zoo, con 17 años, cargó a los primeros ejemplares. Las fotos están ahí para recordárselo.
Algunas veces, han pasado por situaciones tensas. “Una vez, manejando los cachorros de leones, uno se nos fue entre las piernas por el pasillo y mi compañero recibió el zarpazo. Como quiera que sea, son animales salvajes, pasamos un gran susto”, recuerda.
Han visto nacer, y también morir, a muchos animales. “Ellos más bien siempre dan a luz de noche y mayormente, paren solas, pero hay momentos, en partos difíciles, con complicacione, en que sí ha hecho falta la ayuda de los médicos, los biólogos y de nosotros”.
Cuando por alguna razón no los crían las madres, sino que crecen en el departamento de cría artificial entonces ellos ayudan a introducirlos poco a poco en la manada. “Para mí, esto es un sueño realizado, siempre quise trabajar en un zoológico y con los grandes carnívoros. Mi trabajo es todo para mí, este día a día, sin feriados, pues los animales comen y hay que limpiarlos todos los días. Lleva mucha dedicación, tanto mía como de todos los que trabajan con los animales: técnicos, especialistas, la gente de alimentación”, apunta Jorge.
“Es un trabajo muy, muy dedicado y sientes después placer cuando ves cómo los cachorros crecen a tu lado. Toda perdida aquí se sufre. Uno interactúa con ellos día tras día, es como tu casa y ellos, uno más de la familia”, agregó.
Por eso no es de extrañar que los nombres de leones, monos, jaguares y tigres, se vinculan a sus vidas, antiguas novias, películas preferidas, un trabajador del zoológico o un hijo….

Darién, con la cicatriz en el antebrazo, dice, “20 años se dicen fácil, pero ha llovido mucho. Lo más bonito ha sido ver crecer tantos animales y haber logrado un trabajo social, ya que el público nos felicita a veces cuando ve los animales bien cuidados y eso es una de las mejores cosas que uno puede sentir”.
“Lo más difícil, confiesa, ha sido trabajar con mi compañero de trabajo, porque es muy exigente, de verdad, lo que me ha llevado a ser cada día mejor”.
“Es importante tener una una buena compenetración entre nosotros que llevamos tiempo trabajando, para así lograr resultados y respetar las opiniones de cada uno”, afirma Darién.
Madre sustituta
La monita araña Rachel fue rechazada por su madre. Desde hace más de un año, el equipo de cría artificial del Jardín Zoológico la trata como a un bebé. “Nosotros somos como las madres sustitutas, cuando las madres no las quieren o no les pueden dar el pecho, lo hacemos nosotros”, dice Wendy Breña, técnica veterinaria para zoológicos.

Ya sean tortugas morrocoy, una ternera, un antílope o primates, “les damos las atenciones que se les dan a un bebé y aquí los tenemos hasta el año y medio o en año y medio, en dependencia de la especie que sea”.
“Este trabajo es muy dedicado, tienes que estar alerta 24 horas. Lo más bonito es cuando te paras en un recinto a saludar a un animal y él te reconozca como que tú fuiste quién lo crió. Hay animales muy agradecidos y se meten contigo, se vuelven locos cuando te ven. Eso es lo más bonito”, afirma.
Así le sucede con un trío de chimpancés: Darién, Fabián y Denis. “Darién está ahora en Santiago de Cuba, pero cuando Fabián y Denis me ven, me tiran besitos y reciben el alimento que les brindo”.
Lo más difícil, dice, para poder enfrentar y vivir junto a cada animal todo este proceso, es cuando faltan los recursos y las malas noches. Como con todo bebé, hay que levantarse cada cierto tiempo y alimentarlos y velar por ellos. Pero, asegura, “para mí no es tan difícil porque este trabajo de la cría artificial me fascina”.
“Llevo 11 años aquí, me siento realizada realmente con lo que hago y nunca he pensado cambiar a otro lugar porque esto es lo que me gusta”.
El hombre de la escoba
El trabajo de Javier importa. “Ser jardinero es sencillo y, a la vez, un poco difícil, ya que cuando hay afluencia de público, muchas personas inconscientes que lanzan basura al piso y eso nos complica”, dice Javier Antonio Pérez Viart, uno de los jardineros del zoológico.

“En época de lluvias, las plantas se desarrollan más y más rápido y entonces aumenta el nivel de actividad. Nosotros tenemos un cronograma y cada cual trabaja en las áreas que les corresponden. El jefe de brigada nos permite trabajar con bastante libertad y tiene una forma jocosa de hacernos un señalamiento, nos dice: ¿ya pelaron el cliente ese?, entonces fíjense bien si le dieron bien los cortes, alertándonos sobre algún pequeño detalle. Esto hace que el trabajo sea ameno”.
Además de las tareas programadas, “en el tiempo que llevo laborando aquí, desde hace siete años, este parque tiene bastante de mi sudor y esfuerzo en todas sus 23 hectáreas, porque no solamente es el trabajo programado, sino que aparecen otras, expeditas, como en los dos últimos eventos meteorológicos y el tornado, que dejó cantidad de árboles en el piso”.
“Trabajar aquí es una de las mayores satisfacciones que he sentido en los últimos tiempos, este parque es un orgullo y también una alegría muy grande. Las últimas administraciones han trabajado por recuperar las condiciones y se ha hecho hincapié en el sentido de pertenencia”.