Aquel día la curiosidad me hizo armarme de valor y atravesar el desvencijado puente levadizo que daba acceso al Castillo de la Real Fuerza. Tenía siete años. Mientras acariciaba las piedras y escudriñaba los cañones, la imaginación me transformó en dama antigua, soldado y pirata.

Una vez en la torre de la Giraldilla, la impresionante vista de la Bahía desde lo alto fue el broche de oro de aquel hechizo. Esa visita fue el inicio de muchas otras, de la fascinación por el pasado, por las ruinas y los museos.

Había un programa de televisión que no me perdía, pues abría con "Sábanas blancas", de Gerardo Alfonso. En la pantalla, vestido siempre de gris, el Historiador hipnotizaba con la sabiduría de sus palabras. Si hablaba de las columnas, yo estudiaba las de mi Calzada de Jesús del Monte; si convidaba a andares por la parte vieja de la ciudad, fantaseaba con una ruta por los hitos arquitectónicos del barrio; si desenterraba tesoros arqueológicos, excavaba el patio de casa.

Pasaron los años -una década-, el Centro Histórico renacía poco a poco de sus cenizas; se había vuelto colorido, elegante, pulcro, musical. Las calles antiguas se inundaron de cultura, de respeto por lo antiguo, de niños soñadores y de visitantes atónitos ante el cambio. El destino me condujo a la Oficina de aquel Historiador de mi infancia, me dio el gran privilegio de ser fundadora de una de sus bibliotecas especializadas y, sobre todo, de graduarme en el Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana.

Desde entonces no puedo desprenderme del gran compromiso con su Obra. La impronta de Eusebio Leal ha sido fundamental en los temas patrimoniales abordados por la historieta cubana más reciente.

La ciudad lloró a su Historiador mientras colgaba sábanas blancas en los balcones. Un ejército de leales discípulos le rindió tributo con un aplauso interminable y con la certeza de la continuación de su trabajo emprendido por más de medio siglo. En ellos también está inscrito su legado, esa herencia que se lleva como una marca tatuada en el alma y que te hace volver a La Habana Vieja cada día.