Foto: Alejandro Basulto

Que la ciudad tiene rostro de mujer, eso ya todos lo saben; que La Habana es esa dama de carácter dulce pero tempestuoso ha sido así mismo cantado por más poetas de los posibles de contabilizar. Que La Habana es una madre protectora, también, y que entre sus venas se mueven seres especiales, cargados de sueños, listos para emprender la batalla por el bienestar de los suyos, pues sí, ¡también!

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Entonces pareciera que cuando se trata de la mujer habanera quedara poco por decir, que sería redundante cualquier alusión a su fortaleza, a su tremenda destreza para resolver dilemas –de los más simples, a los más complejos– y que en su lista de virtudes no queda nada más por apuntar.

Foto: Alejandro Basulto

Sin embargo, cuando nadie lo esperaba una enfermedad irrumpió en nuestra casa, y los labios, con sus sonrisas y secretos quedaron detrás del velo de una mascarilla facial. Por el momento, muchas guardaron los maquillajes, aplazaron las visitas a la peluquería y los atuendos escogidos fueron los más cómodos, porque ahora de lo que se trata es de garantizar la supervivencia propia y la de todos cuanto la rodean.

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Y resultó que la mujer tenía varias otras victorias bajo la manga, y se le vio de nuevo en la parcela urbana, tratando de hacer nacer alimento en la tierra de un jardín, se le vio organizando la entrega de insumos a los más vulnerables, de personal de apoyo en centros de aislamiento y como colaboradora de la Salud en tierras lejanas.

Foto: Alejandro Basulto

Este 23 de agosto, con el arribo del aniversario 60 de la Federación de Mujeres Cubanas se ratifican todos sus preceptos fundacionales. Ellas se despiertan temprano y duermen tarde, sin dejar de trabajar, dirigiendo medulares procesos económicos y sociales, repensando e impulsando un país, pues eso también ya todos lo saben: no existe adversidad –ni coronavirus– en el mundo, capaz de abatir el espíritu femenino de esta isla.

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