La Habana es la ciudad donde resulta más perceptible los rasgos de una nacionalidad profundamente enmarcada en los preceptos que establecen la igualdad de la mujer.

En el libro de Miguel Barnet, La fuente viva, resalta una frase que titula al ensayo Testimonio y comunicación: una vía hacia la identidad y en la cual se precisa que “La dominación descansa en la fuerza y la mentira es su signo. (…) La verdad era la Revolución”.

Resulta difícil celebrar el Día de la mujer afrodescendiente en Cuba, sin tener en cuenta los derechos reconocidos por las féminas después del triunfo de la Revolución cubana de enero de 1959 y la creación de la Federación de Mujeres Cubanas, el 23 de agosto de 1960.

Foto: Marcia Ríos

La creación el 25 de julio de 1992, del Día de la Mujer Afrolatina, Afrocaribeña y de la Diáspora, en la República Dominicana, reunió a más de 400 mujeres en un Congreso que tuvo el propósito de analizar aquellos temas relacionados con el sexismo, discriminación racial, pobreza, migración, violencia; así como el enfrentamiento a las prácticas discriminatorias, miradas estigmatizantes y la condición de objeto desde una mirada estereotipada, hipersexualizada que las hace más vulnerables.

Los rasgos identitarios visibles en la mujer cubana demuestran el mestizaje de nuestra nación y los valores de una sociedad en la cual su presencia alcanza todos los niveles de la dirección política y administrativa, además de resultar mayoría en los egresos universitarios y tipos de enseñanza, incluso aquellas relacionadas con el arte y las tecnologías.

Por suerte, cada vez es menos visible el estigma heredado de la publicidad capitalista en la cual la mujer resulta el mayor atractivo para la llamada industria del placer, en la Mayor de las Antillas. También se excluye la referencia de un país convertido en “mulatas, tabaco y ron”, como el atractivo fundamental del estigma sobre las féminas.

Precisamente un día de conmemoración que precede a la del aniversario 67 de los ataques a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, debemos revisar el camino andado, sin obviar aquel alegato conocido por La historia me absolverá que llevó después a una revolución dentro de la Revolución con el objetivo de lograr la emancipación de la mujer.

En la clausura del Primer Congreso Nacional de la Federación de Mujeres Cubanas, el 1 de octubre de 1962, en el antiguo teatro Chaplin, actual Cinemateca de Cuba, Fidel, aseguró:

“Las mujeres, dentro de la sociedad, tienen intereses que son comunes a todos los miembros de la sociedad; pero tienen también intereses que son propios de las mujeres.  Sobre todo, cuando se trata de crear una sociedad distinta, de organizar un mundo mejor para todos los seres humanos, las mujeres tienen intereses muy grandes en ese esfuerzo; porque, entre otras cosas, la mujer constituye un sector que en el mundo capitalista en que vivíamos estaba discriminada.  En el mundo que estamos construyendo, es necesario que desaparezca todo vestigio de discriminación en la mujer”.

Se adelantaba el Líder histórico de la Revolución cubana, a una cruda realidad en el escenario mundial y específicamente en Latinoamérica y el Caribe, donde existen más de 200 millones de personas afrodescendientes: un 30% de la población. Y aún se enfrentan a formas múltiples de discriminación y racismo, sobre todo las mujeres.