El pequeño Yosvany ha encontrado en casa la atención necesaria para sobrellevar el preciso aislamiento junto a su abuela Consuelo Foto: Oilda Mon

El lunes llegó otra vez, pero el fin de semana no termina. No hay vuelta al círculo ni a la escuela. Es como si ahora los siete días fueran domingo, pero sin paseos: domingo lunes, domingo martes, domingo miércoles… Así ha sido la vida a partir del 22 de marzo. Desde entonces, las dinámicas familiares cambiaron de manera radical, sobre todo, donde hay niños, adolescentes y jóvenes y, a no pocos, adonde por primera vez llegó el teletrabajo.

“De un día al otro, cambió nuestra rutina: los más pequeños sin asistir al círculo y la escuela. Yo pasé a trabajar desde casa. Mi esposo va algunos días a la oficina, con horario flexible”, comenta Marielis, de 39 años.

ESCUELA EN CASA

Son muchas las historias de este largo fin de semana. Yailiuvis Torres, de 35 años, trabajadora de la prensa, vive en Micro X, en Alamar, municipio de La Habana del Este, Dayana, de nueve años, y Dayán, de dos, están en casa.

“Me siento con ella lunes, jueves y viernes a escuchar las teleclases y se las grabo para cualquier duda. Es súper intranquila, pero no se le puede pedir más”, cuenta.

Mientras, el niño, alejado ahora del círculo, “a veces está durmiendo, sino en el corral”, comenta esta mamá, que recibe el 60 % de su salario.

Marielis, en el Cerro, se levanta antes que todos, revisa temas urgentes de trabajo y deja todo listo para cuando sus hijos despierten, desayunen y “ocuparnos de alguna tarea de la escuela o atender a la teleclase”. Para el pequeño –dice–, trato de mantener los horarios de alimentación y siesta en la tarde, del círculo.

TRABAJO EN CASA

Lilia Burgos Martínez, es sicóloga, vive en Playa y trabaja en el Centro Nacional de Educación Sexual. “Me mantengo activa profesionalmente, atiendo pacientes en tratamiento por teléfono, relacionados con mi tema de maestría en sicología clínica, la violencia de género y salud mental de las mujeres”, comenta.

Además, ante la epidemia coordina, junto a tres colegas, un sicogrupo por WhatsApp, de atención sicológica tres veces por semana, a personas de la comunidad LGBTIQ+ (lesbianas, gay, bisexuales, trans, queer y más), y asiste a reuniones virtuales de la Sociedad Cubana de Sicología.

Todo ello lo comparte con la atención a Alma, de 23 meses. “Tengo también las cosas de la casa, cuidar a la niña con ayuda de la familia y de mi pareja, el papá. Es difícil, esto lleva a planificar mejor el tiempo y trazarse tareas realizables”, explica la Lilia.

“Cuando el papá tiene que trabajar, cuido a Alma. A la hora de atender casos o el grupo, necesito encerrarme en el cuarto, entonces, él y mi mamá asumen su cuidado”, destaca.

A veces –explica Lilia–, Alma entra al cuarto y les canta canciones a quienes doy atención sicológica, participando del teletrabajo.

LOS JUEGOS

Para los niños el juego es vida. En casa de Marielis, en la tarde, ella y su esposo Jose, juegan con Camilo y Marcel, hacen alguna actividad juntos y velan por el tiempo frente a las pantallas, un gran reto. “Nuestra rutina es intensa, pero entre tantas prioridades, lo más importante es mantener la salud y la armonía”.

A su juicio, en estos casos, los niños necesitan mucha atención, pues reciben todo el estrés y la preocupación familiar y hay que explicarles bien, con palabras adecuadas a su edad, qué está sucediendo para que comprendan. Para el desarrollo cognoscitivo, son importantes los juegos de estimulación: pintar con crayolas, leer cuentos y armar objetos con fichas.

“Yosvany, mi nieto, se entretiene pintando, con sus carritos y juegos digitales. Lo ponemos a repetir los trazos y tratamos de jugar cada tarde con él”, refiere la abuela Consuelo, quien junto con sus dos hijas se encarga en casa del cuidado del niño de cinco años.

De acuerdo con datos de la Dirección Provincial de Trabajo, en la capital alrededor de 1 443 mujeres se encuentran en sus hogares al cuidado de su descendencia, cobrando todo salario y 227, al 60 %, mientras 91 082 personas trabajan a distancia, cifra que sería valioso desagregar por sexo.