Tal vez no le acompañen las piernas y olvide algunas cosas, pero la vida de Manuel Israel Andrade Ramón ha sido tan rica que le queda siempre mucho por contar. Nació hace 76 años en la zona de Arango, en Guanabacoa, cuando la casa de la finca de dos caballerías que arrendaba su padre era de tabla y guano.

“Desde los 14 o 15 años, cuando terminé la escuela, empecé a trabajar en el campo, no sé bien si porque quería o por necesidad”, dice y confiesa que estudiar le gustaba y hubiera querido ser veterinario. Lo que no pudo aprender de animales en el aula, lo aprendió en la práctica, con una vida dedicada a la ganadería y compartida con la dirección de la Cooperativa de Créditos y Servicios (CCS) Manuel Ascunce, creada el 13 de agosto de 1961, “el día del cumpleaños de Fidel”.

LECCIONES DE VIDA

“Fui presidente de la cooperativa durante 40 años, hasta 2013, cuando tuve que dejarlo por enfermedad, aunque algunas veces quisiera regresar”, añora a pesar de que los pasos se le hagan cada vez más pesados. Son muchos los recuerdos, las anécdotas y experiencia acumulados. Recuerda Manuel que, cuando todavía no había consultorios en la zona, a las cooperativas les tocaba todo. “Me tocaba repartir la vacuna de la polio, que tenía forma de caramelo. Iba a caballo a llevarla a las casas y los muchachos empezaron a llamarme `el hombre de los caramelos´. Fueron momentos lindos y los campesinos siempre respondimos”.

Recuerda también cómo el destacamento de vigilancia campesina tenía creado su sistema de comunicación y guardias, que les permitió, en más de una ocasión, atrapar a malhechores que asediaban o robaban ganado y algo más. Este veterano tiene consejos acerca del trabajo de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (Anap), de la que es fundador en el territorio para los más nuevos.

“Les recomendaría llegarles más a los campesinos, tener para cada uno un trato diferente, porque cada persona tiene un carácter propio. En los 40 años que dirigí, a mí me fue bien así”, sostiene. Pero dice más: “hay que visitarlos con frecuencia, sobre todo si hay algún enfermo, ver si necesitan un apoyo, si necesita un poco de combustible, si la cooperativa puede. Mostrarles las tecnologías, porque solo así se disponen a aceptarlas”.

AUN ACTIVO

Con sus 76 años pesándole en las rodillas, se mantiene activo. Como toda la vida, se levanta a las cuatro de la mañana y, personalmente, ordeña a sus cuatro vacas: La Linda, Aparecida, Negrita y Mariposa. No son los 50 o 60 litros que otrora entregaba a diario, pero “cuando paran, voy a entregar, porque es una vergüenza no hacerlo, aunque estos 15 meses de sequía atentan contra el plan”.

Cuando los recursos y el pienso eran abundantes, la CCS llegó a producir unos 200 200 litros de leche. En 2020, el plan es alcanzar los 149 000, para lo cual deberán incrementar acciones para la alimentación y el suministro de agua al ganado. En el actual contexto de pandemia, Manuel cree que, bien motivados, los anapistas responderán al llamado de producir más y recuperar cada pedacito de tierra. “Hay que atenderlos mucho más, ahora hay más recursos que hace unos años, un viejo reclamo del campesinado, pero hace falta siempre más atención”.

Entre las historias de su vida, hay un momento especial, que resume una trayectoria de guajiro de ley: el instante de 2015, cuando en el monumento a Antonio Maceo, de Santiago de Cuba, recibió la orden 17 de mayo, que otorga el Consejo de Estado para reconocer el mérito del sector agropecuario.

Según reitera, la Anap es su vida y dice: “si este 17 de mayo no lo pudimos celebrar juntos, ya tendremos un momento para hacerlo más adelante”.