Es lógica la desconfianza que experimenta Ana Caridad Llanes Solá, vecina de 74 entre 9na y 11, en Playa. La cercanía de su casa con el parque Monte Barreto le ha traído no pocos sinsabores. “Durante muchos años nuestras gestiones fueron infructuosas cuando denunciábamos la música alta, la recreación hasta bien entrada la noche, los animadores con micrófonos en mano incitando a las actividades de los cuentapropistas…”.

También las familias se han visto obligadas a lidiar con el reggaetón a todo volumen para “amenizar” la estancia de los comensales en los ranchones, las actividades de centros de trabajo e incluso los momentos dedicados a los infantes, así como el bullicio de motos de carrera que practicaban dentro de esos predios, y que llegaron a impedir las conversaciones y el descanso dentro de los hogares. 

Todos los involucrados en la gestión del Monte Barreto deben hablar un lenguaje común para garantizar el servicio ambiental Foto: Alejandro Basulto

“Ahora se respira cierta tranquilidad, pero vamos a ver cuánto dura”, advierte Ana, quien, al igual que otros residentes, espera el cumplimiento definitivo de las indicaciones del Gobierno de La Habana por parte de los encargados de este emblemático espacio, cuyo valor recae en su particular geología, capacidad de drenaje y una masa forestal que lo convierte en corredor biológico y pieza clave de los verdes urbanos de la ciudad. 

Teniendo en cuenta las reiteradas quejas de los vecinos sobre la manera en que las instalaciones se explotan, y el imperativo de hacer valer el concepto ecológico del parque, se han debido rectificar cuestiones que desvirtuaron sus prestaciones, al decir de Luis Carlos Góngora, al frente de la nueva Dirección de Comercio Exterior, Inversión Extranjera, Colaboración Económica y Relaciones Internacionales del Gobierno capitalino. “Seguimos trabajando en construir, en la medida que los presupuestos lo permitan, elementos tendentes a mejorar la oferta recreativa, en consonancia con la visión naturalista, el respeto al bosque y la tranquilidad de quienes lo visitan y conviven en los alrededores”.

“Asociar la recreación a algarabía, bulla y bebida es reducir nuestros conceptos culturales”, destaca Liliana Núñez Veliz, presidenta de la Fundación Antonio Núñez Jiménez, de la Naturaleza y el Hombre. Foto: Nayaren Rodríguez Socarrás

Desde su reinauguración, en las vacaciones de 2019, se insistió en que Monte Barreto debía apostar por una diversión diferente, donde el recreo no se deslindara del sosiego y la protección del ecosistema. Liliana Núñez Veliz, presidenta de la Fundación Antonio Núñez Jiménez, de la Naturaleza y el Hombre, sostiene que allí han persistido incongruencias, fundamentalmente en los períodos vacacionales, como la música a decibeles extremos que se expande hasta 3-4 cuadras a la redonda, por citar una situación.

Lian Barbosa Alonso, administrador general de los tres ranchones, y Rolando Cuellar Torres, jefe de recreación del lugar, coinciden en que la música es para amenizar, pero cabe cuestionarse qué significa y cuán diferente puede ser el rango de tal concepto entre las personas.

¿QUÉ PUEDO HACER?

La música está prohibida; solo los ranchones pueden asegurar una oferta cultural a viva voz. De igual manera, no se permiten luces en la noche pues molestan a las aves, hacer fogatas o elaborar alimentos que incluyan cocción en parrilladas. El consumo de la bebida queda limitado al servicio de las instalaciones de la Empresa Recreatur en el área.

“Hay aspectos que esta entidad debe rectificar”, asegura Góngora, consciente, además, de la falta de información al visitante. De acuerdo con Núñez Velis, se carece de una cultura ciudadana para entrelazar la función de los bosques urbanos con una recreación silenciosa y contemplativa, donde la prioridad es el servicio ambiental, “lo cual para muchos es inentendible”, considera.

Desde que Monte Barreto era un área virgen, Celeste Rodríguez y su numerosa familia lo elige para festejar cumpleaños, pero nunca les han indicado prohibiciones. “No existe información pública”, sostiene Iván Valdés, uno de los miembros de este núcleo que muestra su respeto al medio ambiente cuando, al término de su celebración, recoge los desechos con nylon llevados desde casa.

La ausencia de señaléticas ha sido un problema para Grisel Pérez: “Como tantas veces, cargué con mi bafle desde San Agustín y hoy no me dejaron encenderlo; ¿será porque están ustedes? (refiriéndose a este equipo de prensa). Esto es energía pura, aquí se respira paz y tranquilidad, pero yo no vine a eso”.

Carlota Romero y su hija de tres años parten en busca de otro espacio. “La visita no fue de mi agrado; se acabó rápido el refresco y apenas hay ofertas de panes y confituras para los niños”. La inestabilidad del suministro alimenticio, como el helado, también afecta a los trabajadores. Yamilé Jiménez, jefa de uno de los turnos del ranchón infantil Alegría, afirma que el salario depende de la cantidad de productos que vendan.

La recreación en Monte Barreto debe atemperarse a las reglas de respeto hacia quienes conviven en su entorno Foto: Alejandro Basulto

AL QUE BUEN ÁRBOL SE ARRIMA…

Disfrutar desde la tranquilidad de un picnic, descansar a la sombra de un árbol, apreciar las aves desde puntos de observación, acampar bajo las estrellas, sembrar nueva naturaleza… pudieran parecer sueños, pero son algunos de los valores de un parque ecológico y esencia del nuevo proyecto por el cual apuestan todos los implicados y que, por primera vez, da preponderancia a los estudios científicos a favor del tratamiento adecuado a las 16 hectáreas de Monte Barreto.

No faltan las propuestas encaminadas a difundir mensajes ecológicos, crear viveros, instalar un canopy, acrecentar la visibilidad de los lugares dedicados al Comandante en Jefe, Fidel Castro, y a Núñez Jiménez, y realizar festivales donde participen todas las instituciones relacionadas con la naturaleza y las ciencias, como el Instituto de Geofísica y Astronomía y la Sociedad Cubana de Botánica.

“Un espacio distinto dentro de la ciudad, con otros cánones de recreación y sustentabilidad económica. A eso está llamado el parque ecológico”, asevera Góngora, quien insiste en que no es para multitudes pues se compacta el terreno y dificulta el drenaje pluvial, mientras que los medios de recreación que no estén en consonancia con ese entorno natural, como los inflables, serán trasladados a otro espacio de la capital.

Alguna de las novedades es que el Instituto de Ecología y Sistemática (IES), junto con el Centro Nacional de Áreas Protegidas (CNAP), son los encargados de elaborar la primera propuesta de Plan de Manejo para Monte Barreto; allí previamente existía una sobre cuestiones relacionadas al aspecto forestal aportada por la empresa Forestal Habana. 

Tampoco se descuida el tema de la limpieza; según Góngora, “la aspiración es colocar cestos para que los visitantes se adapten a clasificar la basura”. Botellas de bebidas y jabas en el suelo son realidades a combatir diariamente, aún más cuando se eliminó la cerca viva, que actuaba de filtro al llover.