Como cada año, se rendirá tributo este 6 de febrero al luchador revolucionario Camilo Cienfuegos, en ocasión de celebrarse el 88 aniversario de su natalicio, en su casa natal de la barriada de Lawton, municipio de Diez de Octubre.

Con un acto político-cultural, este jueves a las 4:00 de la tarde, homenajearán al patriota insigne del territorio, el tercer hijo varón de los españoles Ramón Cienfuegos y Emilia Gorriarán, nacido el 6 de febrero de 1933 en esa pequeña y humilde casa, convertida en un museo que atesora gran parte de su historia.

Cuentan que cuando Camilo llega a la edad escolar, y viviendo luego en la calle Dolores del propio barrio, asistía a la Escuela Pública No. 105 Félix Ernesto Alpízar. Era muy buen alumno y sentía gran predilección por los estudios de Historia de Cuba; admiraba a los grandes patriotas de las guerras independentistas.

En la escuela, participa en la redacción de un periódico, le gustaba el deporte, en especial del béisbol, y aunque era rechazado al principio por los compañeros de la novena debido a sus fallos, se esforzó tanto que en 1947 participó en el campeonato intercolegial.

Poseía una enorme aptitud para cualquier actividad física, pero su más anhelado sueño era ser escultor. Por eso, al culminar la Primaria Superior ingresa en la escuela de arte de San Alejandro, donde realizó algunos dibujos a lápiz y bocetos al carboncillo, y modeló una escultura del dios griego Apolo. Pero pronto tuvo que abandonar los estudios y trabajar en una sastrería por los problemas económicos de su familia.

Se distinguía por ser caballeroso, respetuoso y sincero. No le agradaba sentarse ante un buró, pero era organizado con los documentos. Disfrutaba el baile y la poesía. Como era tan apasionado de la Historia, en los tiempos de guerrilla llevaba en su mochila algunos libros como: El Generalísimo, de Benigno Bouza y Biografía de Antonio Maceo de José Luciano Franco.

Su amigo de la infancia y juventud, Ivo Conde Martínez, lo recuerda con gran admiración y cariño: “Lo conocí cuando me mudé para Dolores 474, apartamento cuatro y Camilo vivía en el tres, yo tenía siete años y él nueve. En ese momento no asistía a la escuela, porque la habían cerrado. Entonces los padres de Camilo me matricularon en la de su hijo, donde me llevaban todos los días. Jugábamos al taco, la pelota, íbamos a excursiones.

“Luego crecimos haciendo lo mismo que cualquier joven hasta que nos unimos al proceso revolucionario. Durante ese tiempo aprendí mucho de la educación social, ética y moral que había recibido de sus padres. Desde ese momento creamos una amistad que ha durado hasta ahora, porque su ejemplo me ha acompañado en todos los momentos de mi vida”.

Camilo deseaba fervientemente la libertad de Cuba y estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para lograrlo. Pero, era muy bromista y bajo ninguna circunstancia perdió su sentido del humor, y siempre aprovechaba cualquier oportunidad para demostrarlo.

En 1953, viaja a los Estados Unidos, asqueado de la tiranía de Batista y en busca de mejor situación. Pronto lo indigna el ambiente y las circunstancias de la explotación en que se desarrolla la vida de los humildes y de los trabajadores en los Estados Unidos, y decide regresar para continuar la lucha hasta lograr el anhelado triunfo de la Revolución.