“El mal es accidental: sólo el bien es eterno” (José Martí) 

El Apóstol fue el hombre sencillo de levita gastada y de frágil contextura física que desempeñó tareas de gigantes. Él cumplió a cabalidad la frase de que quien mucho lleva por dentro, poco necesita por fuera.

Su palabra ardiente y el contacto directo con las personas le granjeó el respeto, admiración y gratitud de todos los que amaban a Cuba. Fue intransigente en los principios cuando lo consideró necesario. Así lo revela su correspondencia. 

Foto: Tribuna de La Habana

Hospedado en casa de tabaqueros, compartiendo albergue, comida y cotidianidad, encontró aliento, consuelo y compensación espiritual. Hombre de ideas, inclaudicable, dio todo por la libertad de la Patria. Pasó trabajo y vivió casi en la miseria, pero con la satisfacción de poder continuar la lucha por su tierra querida: “El amor, madre, a la patria, no es el amor ridículo a la tierra, ni a la hierba que pisan nuestras plantas, es el odio invencible a quien la oprime, es el rencor eterno a quien la ataca”. 

Foto: ACN Agencia Cubana de Noticias

José Martí, su verbo apasionado, su entrega en todos los sentidos, su ideario, han trascendido el tiempo y el espacio hasta llegar a nuestros días más vivo que nunca, más inmenso dentro de su obra, pero, también cotidiano. No vemos a Martí solo en un busto, ni en un monumento, también lo advertimos en la rosa blanca que entregaba tanto al amigo sincero de mano franca como al cruel capaz de arrancar el corazón sin misericordia ni respeto. Lo vemos en los jóvenes, continuadores de su ideario, en los niños que depositan una flor, cada día, ante su busto, para recordarlo.   

Él sembró la raíz que educa hasta hoy a los más pequeños de nuestra América, con la Edad de Oro. “Porque los niños son los que saben querer”. Nuestro Apóstol es sagrado porque sembró con sangre, sudor y esfuerzo el futuro de la nación. Y no existe obra ni maldad humana capaz de mancillar su nombre, su historia, sus ideas tan presentes como siempre.  

Foto: Granma

Él traspasa todos los tiempos, y está aquí, en la cotidianidad, entre nosotros. Camina por los mismos senderos de la Revolución que soñó.

José Martí es luz inextinguible, llama de antorcha flameante que se alista para marchar una vez más entre la Generación del Centenario y el relevo, la juventud. 

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