Ha sido la conclusión de un año difícil en el cual descubrimos, una vez más, nuestras potenciales reservas en todos los niveles de la economía; a pesar del bloqueo, así lo ha demostrado el impulso de obras concebidas para el desarrollo económico y social de La Habana, después de recuperarnos aceleradamente tras el paso del devastador tornado, el cual afectó seriamente varios municipios capitalinos.

La Habana exhibe logros que no hubiera sido posible alcanzar en un corto período de tiempo, de no ser por el trabajo coordinado de empresas y organismos estatales a partir de la experiencia adquirida, precisamente para evitar las secuelas del tornado. De hecho, se impuso una dinámica de control efectiva para el uso eficiente de los recursos disponibles y se pudo advertir las vulnerabilidades capaces de lastrar o detener obras imprescindibles como las construcciones de la vivienda y el uso óptimo del transporte.

El talón de Aquiles se perfila en las deudas por cobrar y pagar entre entidades del sector estatal, fundamentalmente. La provincia tiene un alto peso en las decisiones de la economía nacional, por tanto, debe aumentar la responsabilidad y erradicarse las grietas por las cuales “escapan” millones de pesos que no ingresan como parte del circulante en los bancos.

Se ha demostrado que podemos avanzar si establecemos lo aprendido, por ejemplo, con los resultados de la agricultura urbana y suburbana, al disponer del principal recurso: el valor agregado que permita incrementar las producciones de la industria conservera local, extender las áreas cultivables y suministrar parte de las hortalizas y vegetales que consume la población habanera e incluso reducir importaciones de estos alimentos al satisfacer la demanda del sector turístico internacional y nacional en frontera.

Actuar en consecuencia a los nuevos retos que impone 2020, para no ceder un paso de lo alcanzado, sobre todo, porque hemos actuado con transparencia y los pronósticos de continuar la búsqueda de la soberanía económica, no son reservados.