Las expectativas crecen en la medida que se descuentan los días de este año a punto de concluir. Los planes individuales incluyen el aseguramiento de los víveres para la celebración del nuevo año y una lista de planes domésticos contiene desechar lo inservible y asumir nuevas proyecciones que deberán ser incluidas a partir de enero, a no ser que el “mejor lo hago mañana”, se convierta en un eterno “lo haré después”.

Y es que debemos aplicar cada proyecto o acción práctica de acuerdo con la dinámica de estos tiempos. Más aun la fórmula, la frase “pensar como país”, debe ser interiorizada en los planes individuales de cada cual, porque no se puede avanzar sin pensar en cuánto hacemos entre todos para obtener más y mejores resultados, avanzar en correspondencia con lo exigido a nuestro país, sometido a un bloqueo genocida y recrudecido por el gobierno de los Estados Unidos.

Debemos analizar que se avecina un año definitorio en el camino de la soberanía económica del país. Un período en el cual se precisa de mucha inteligencia para asumir los retos de contribuir al saneamiento de las finanzas, establecer la rigurosidad de los controles –en todos los niveles de la producción y los servicios- exigir el cumplimiento de los contratos entre empresas, personas jurídicas y naturales, ordenar nuestra casa común, como parte de la cultura necesaria que impida las evasiones fiscales, el robo (desvío es un término muy suave) de recursos, y la corrupción bajo la cobertura de la tolerancia y la complicidad.

Estamos en una posición favorable de acuerdo con los niveles de instrucción académica y seguridad social defendidos por la dirección del Estado cubano para garantizar la distribución de los recursos en función de todos. De ahí la necesidad de comenzar la revisión consecuente de las potencialidades que disponemos para lograr un vínculo efectivo de nuestras capacidades de producir, sustituir importaciones y avanzar.