“Yo no soy maestra. Soy alfabetizadora…”, asegura Nury Díaz Hernández. “Era estudiante de la preparatoria para ser bachiller (hoy secundaria básica). El Comandante en Jefe, hizo un llamado el 28 de enero de 1961, en el antiguo cuartel del entonces Regimiento Militar Leoncio Vidal, de Santa Clara, cuando se toma la decisión de convertirlo en escuela, en homenaje al aniversario 108 del nacimiento de José Martí. Estábamos allí alumnos de muchas escuelas, incluso privadas, ese día Fidel crea el ejército de alfabetizadores Conrado Benítez”.

“Antes, en su intervención en la ONU (1960), declaraba que 1961 sería el Año de la alfabetización en Cuba, pero su idea incluía a los maestros voluntarios que se formaban en el primer contingente de maestros voluntarios (abril de 1960). Se preparaban, por tres meses, en un concentrado –sin recibir salario– en Minas de Frío, Sierra Maestra. Ya existían, además, las brigadas de maestros obreros para enseñar en las fábricas y centros de trabajo.
“En agosto de 1960, se crea el segundo contingente de maestros voluntarios, al cual pertenecía Conrado Benítez, quien caería asesinado por bandas contrarrevolucionarias el 5 de enero de 1961, en el Escambray. El 23 de enero de 1961, en la graduación de este contingente, Fidel les informa del asesinato de Conrado.

“El 28 de enero, en el antiguo Regimiento Militar convertido en escuela, informa que Conrado se iba a multiplicar en cien mil alfabetizadores, integrados por niños y jóvenes a partir del 6to. grado. Ya no se trataba de maestros, sino de alfabetizadores. Nos dijo: ‘Ustedes los niños de la antigua provincia Las Villas, tienen el privilegio de ser la avanzada’. Fue entonces, cuando me enteré de que en Cuba había analfabetos. Yo pertenecía a la clase media alta, por una circunstancia familiar. Mis padres estaban formados por un médico de clase alta y una enfermera. Este médico sostenía a mi madre, Blanca Fernández Frías, y posibilitaba que yo estudiara en escuelas privadas. Ella tenía ideas muy avanzadas para la sociedad de la época, después supe que estuvo ligada en acciones clandestinas durante la lucha contra Batista.
“Le dije que deseaba participar y ella dio su permiso. Sin embargo, el problema estaba con la firma de mi padre. El venía a verme los sábados y aquel, precisamente, que tanto lo esperé, fue el peor de mi vida, en mis casi 13 años. Llegó con una exigencia: ‘El lunes me la tienes lista. Viene a buscarla mi chofer’, dijo y sacó un pasaje de avión y el pasaporte. Por supuesto, le di el documento para que firmara la aprobación de ir a alfabetizar. Lo hizo añicos. Levanté mi voz, en protesta, por primera vez, e hice lo mismo con el billete de avión y el pasaporte para viajar a Estados Unidos.

“Ahí se formó tremenda discusión. Por supuesto, fuimos mi madre y yo prácticamente desamparadas porque él, la dejó sin trabajo en su clínica privada y prometió no vernos nunca más. Por supuesto mi madre me llevó el lunes a la oficina donde debía entregar mi planilla y recibí un permiso especial. Fuimos a prepararnos en Varadero. No decidía mi ruta por el camino del magisterio, pero la campaña de alfabetización me enseñó mucho. Aprendí a educar, eso lo tomé para toda la vida”.
¿Cuál es el objetivo de la Agrupación de Alfabetizadores en la actualidad?
—Preservar el privilegio que pocos países tienen: contar con una historia que camina todavía por las calles. Existe un Museo de la Alfabetización. Vamos a las escuelas y le explicamos a los niños y ellos nos dicen: “maestra o profe”, entonces la historia comienza a hablar. Rescatamos la memoria histórica del mártir Pedrito Blanco Gómez, del Contingente Conrado Benítez, quien con apenas 13 años fuera asesinado en mayo de 1961, en el Escambray. No se podía entonces decir la verdadera causa de la muerte porque la CIA pretendía generar el terror entre las familias de los alfabetizadores. Pedrito, era hermano menor del también mártir de la clandestinidad Fulgencio Oroz Gómez. El otro de los hermanos, Enrique, también fue brigadista.
“La Campaña de Alfabetización descubrió el potencial a muchos de aquellos jóvenes que optaron por el magisterio. Por ejemplo, la pedagoga Leonela Inés Relys Díaz, creadora del método Yo sí puedo. Fidel nos dio un abanico de profesiones para estudiar, una vez terminada la Campaña, para el futuro que es el presente de hoy.
"Fidel fue la luz que nos iluminó, como la luz del farol que nos guio y continúa”.