Con el tiempo, el paisaje ha cambiado. Sin embargo, no cambia la esencia y el ambiente productivo en la finca Las piedras, perteneciente a la Cooperativa de Créditos y Servicios Efraín Mayor, en el municipio de Guanabacoa.
En la finca de 26 hectáreas –de ellas 1,2 destinadas a cultivos protegidos-, con la categoría Cuarta Excelencia de la Agricultura Urbana y Suburbana, el productor de avanzada Alexander Alfonso Silva ha llegado a obtener una veintena de tipos de lechuga: moradas, rizadas, crujientes…
Según el productor, esta experiencia forma parte de la implementación del Proyecto de Apoyo a una Agricultura Sostenible en Cuba (Paas). Ejecutado desde hace tres años por la Asociación Cubana de Técnicos Agrícolas y Forestales (Actaf), ha facilitado la entrada de tecnologías y semillas –lechugas, hierbas aromáticas y tomates– para su validación en campos cubanos, lo que complementa el apoyo del Ministerio de la Agricultura en mallas y sistemas de riego para la recuperación de las instalaciones.
“Esas inversiones implican crecimientos productivos, ahora en la campaña de invierno. Si aumenta la tecnología, deben crecer también los rendimientos y así asegurar la variedad de hortalizas en el mercado, donde siempre tenemos déficit en el verano y eso debemos superarlo”, reflexiona el productor, nacido en el lugar, quien cuenta con el apoyo de un colectivo de 18 personas.

Entre sus principales producciones se encuentran pepino, tomate, pimiento, berenjena, lechuga, fruta bomba, guayaba y hierbas aromáticas. Tal variedad se debe tanto a la labor sistemática en los campos como al intercalamiento de cultivos, que multiplica la rotación de los suelos y el aprovechamiento de los fertilizantes.
Recientemente, se inauguró en Las Piedras un centro de beneficio, “para poder llevar al mercado las mercancías limpias, algo que siempre ha querido la población”. Si bien fue el primero, ya son seis los campesinos de avanzada de la CCS, para quienes las nuevas prácticas también se traducen en mayores rendimientos y dividendos.
De donde sale el humo
Como es práctica en la agricultura, las tecnologías se ubican en aquellas unidades con los mejores resultados. Por ello, allí, se ha instalado una cámara de frío para la conservación de las hortalizas. Sin embargo, van de lo moderno a lo simple: desde convertir un área semiprotegida, destruida por eventos climáticos, en casa de cultivo rústica hasta abono propio. “Se trata de adecuarnos a lo que tenemos a mano e importar lo menos posible”, dice.
Según el agricultor, una casa de madera de 400 metros cuadrados ronda en entre 37 000 y 45 000 pesos, mientras una importada no baja de 6 000 en moneda fuerte.
En una esquina de la finca, casi desde el suelo busca altura una fina columna de humo blanco. “Llevamos la cascarilla del arroz a un proceso de combustión incompleto, que empleamos como sustrato inerte para las posturas, una experiencia que en año y medio ha traído como resultado la eliminación de patógenos y enfermedades fungosas que afectaban las posturas”, sostuvo.
El incremento mantenido de los rendimientos permite cumplir el suministro al consumo social, los mercados agropecuarios, abrir un punto de venta en la avenida 26 –con productos beneficiados, pero con algunos precios considerados excesivos por los consumidores–, y ventas a Frutas Selectas y al Turismo, en hoteles como el Manzana Kempinski y el Packard, dijo Alfonso Silva.
Llegar lejos
“Por el espíritu de él, yo sabía que iba a llegar lejos”, dice Sergio Alfonso Sosa, padre de Alexander. A su juicio, todo el problema está en querer trabajar. “Si te sientas en una silla, no vas a ninguna parte, pero, si hay espíritu, lo haces y él lo tiene”, apunta Alfonso de 80 años.
Durante una “tonga de años”, sufrió pérdidas de cosechas motivadas por las lluvias, ahora, la tecnología del tapado es una bendición. Por otra parte –dice– el suelo es como la gente, si se siembra, se saca y vuelve a sembrarse y no se le da comida al suelo, no se da.
Entre lo viejo y lo nuevo, la tecnología moderna y lo rústico, se van eliminando los obstáculos en Las Piedras.
Que buena experiencia la de estos compañeros, hace falta que muchos los imiten para que las producciones agrícolas lleguen realmente a nuestras mesas. Lo hecho por estos campesinos demuestra que trabajan bajo el principio de que "La visa no es esperar a que pase la tormenta, sino aprender a bailar bajo la lluvia" y que "no sueñan con lo que otros han logrado, logran lo que jamás nadie a soñado". Felicidades y adelante.