El color de la piel, de los ojos, del pelo, las preferencias religiosas, incluso, hasta la forma de vestir de quienes les solicitan, nada importan. Le basta al paciente ver el color de esas batas para respirar aliviado. La cura de su enfermedad, o la mejoría de sus males, está en manos de ese profesional, cual ángel de blanco, cuando depositan en ellos, sus esperanzas de mejoría, o las de un familiar o amigo.

Muchas serían las historias de amor incondicional posibles de contar con motivo de celebrarse, este 3 de diciembre, el Día de la Medicina Latinoamericana. Muchos los agradecimientos a quienes, como los médicos de la consulta de cataratas del Hospital Nacional, en el municipio de Boyeros, luchan a diario por apartar las tinieblas de los ojos de sus pacientes.
Allí se puede ver, cual laboriosa abeja, la figura de la enfermera Yenei Torres. Desde su entrada, las consultas de las doctoras Russy Codina y Lauren Valencia cobran vida. Con una sonrisa Yenei atiende a todos, organiza la cola, orienta, explica, saluda a los “viejos” pacientes, identifica a los “novatos”, bromea con los recién operados y alienta a quienes solo les falta tener la fecha de su operación.
Al entrar a la consulta, el trato es amable y respetuoso y las sonrisas de las doctoras Russy y Lauren calman a quienes luchan por alejar las sombras de sus ojos. Con amabilidad, pero con firmeza, dan las orientaciones precisas a cada paciente, examinan cómo marcha el proceso de recuperación a los operados, llaman la atención ante lo mal hecho y alaban los progresos de quienes cumplen con las orientaciones recibidas. Son verdaderos ángeles de blanco.
Como ellas, existen miles en Cuba que, desde las más disímiles especialidades, entregan lo mejor de sí para mejorar la calidad de vida del pueblo. Cada especialidad tiene sus requerimientos propios, sus complejidades y un elemento en común: el vínculo imprescindible que debe existir entre el médico, la enfermera y el resto del personal que labora en Salud Pública.
Incontables son los rostros y las experiencias de estas personas de batas blancas; las lágrimas que, presurosos, ocultaron ante un paciente o acompañante al surgir una complicación; cuando se hizo demasiado tarde para salvar un miembro; para poner luz en sus ojos o cuando la muerte terminó por imponerse. Infinitas serían las sonrisas al ver la alegría de aquellas personas a quienes devolvieron los deseos de vivir o, simplemente, les curaron una enfermedad pasajera y quienes rápidos, en señal de agradecimiento, les tienden la mano, y les regalan un caluroso gracias.
muy agradecido de ese equipo me opero la doctora Rusy mi ojo derecho que no veia nada ahora graduacion 0 igualito que cuando tenia 20 años Felicidades se lo merecen y mucho mas. Pacciente Sergio.