En el barrio se podía sentir el ajetreo típico pero, de pronto, la tranquilidad se rompió. Por la calle corrían las personas mirando hacia los techos de las casas y gritando “ataja”.
A su lado, varios agentes de la Policía alertaban de la proximidad de un delincuente en plena fuga por las azoteas. El cerco se iba cerrando poco a poco. El prófugo intentó huir por un patio, pero le fue cerrado el paso. Saltó a la casa del lado para salir por el frente, pero se encontró que en la calle le esperaba el pueblo. Dio marcha atrás y saltó nuevamente a la otra vivienda. Intentó una nueva vía de escape, pero ya era demasiado tarde, dos manos le sujetaban con fuerza...
Más allá de la hoja delictiva del prófugo, lo realmente importante es que el pueblo, sin que nadie se lo pidiera, le salió al paso para preservar la tranquilidad del barrio. Con el transcurso de los días, el incidente fue diluyéndose y la normalidad volvió a reinar.
Mas, lo ocurrido, es muestra de que los cubanos hemos interiorizado el lema de los Comités de Defensa de la Revolución al aprender y aprehender a estar siempre “Con la guardia en alto”.