Tribuna de La Habana se integra al homenaje por el cumpleaños del amigo: el doctor Eusebio Leal Spengler. Precisamente como él afirmara, las celebraciones por la fundación de la Villa de San Cristóbal de La Habana deben ser el pretexto para su rescate en bien de todos. Los fragmentos de las palabras de Leal -cuando se inició el punto de partida de estas celebraciones, por el 500 de la ciudad, en noviembre de 2017-, constituyen uno de esos regalos compartidos que volvemos a poner a disposición de nuestros lectores.

“Esta es la ciudad que vamos a conmemorar. Hay que mirarlo en ese sentido global, como se ha dicho en la campaña, la Ciudad que sale –desde las construcciones militares del centro histórico- Patrimonio de la Humanidad, ocupando un número 27, en el índice del patrimonio mundial, hasta la Ciudad Maravilla, proclamada hace pocos años, por consenso universal. Pero es también la Ciudad que se puede ir por una sola avenida: sonrisa y sofá de La Habana, el Malecón.

Foto: Joyme Cuan

(…)

Lo han dicho todos los grandes arquitectos del mundo y los que en esta última década han pasado por La Habana. Los grandes arquitectos, desde las construcciones del siglo XVII y XVIII hasta las escuelas de arte, que fue el regalo de la Modernidad de la Revolución a la capital de Cuba. Así se cumple la metáfora de la crisálida y la mariposa. Me interesa mucho el lugar, pero me interesa más recalcar cuánto vale y brilla de la Cultura cubana, en la danza, en la literatura, en el arte y en la pintura que salió de allí (de las escuelas de arte habaneras).

“Es La Habana de sus ríos, como le escribía a Marianao Rodríguez, el poeta habanero José Lezama Lima: “Dichoso tú, Mariano, que has visto los grandes ríos: el Ganges, el Nilo y el Almendares. Y es el Almendares un gran río, porque es de nosotros. El río que tenemos que limpiar y pulir porque ese es mi río, mi sangre, como decía la insigne poeta cubana y habanera, Dulce María Loynaz.

“Entonces, luchemos por La Habana. Aceptemos el desafío de luchar por nuestra ciudad. Durante años esa ha sido la predicación continúa, como la de San Juan en el desierto. Ha llegado el momento de La Habana, porque si es la capital de la Cuba que ha resistido hasta hoy, la nueva Fénix que todo lo espera, la capital tiene que ser su rostro. Y no es posible que sea un rostro desatendido o ultrajado por los que tiran una lata cuando van en su carro por la Quinta Avenida, o los que se ponen a orinar en una esquina como si esto fuera el platanal del mítico Don Pío.

Foto: Joyme Cuan

No es posible. “Recuperar la dignidad de la ciudad, de su cementerio monumental, donde están las grandes figuras de la historia, de todos los tiempos, donde está el maestro Luz (Luz y Caballero), donde están los estudiantes (fusilados por el gobierno español), donde está Lázaro Peña, donde está Celia (Sánchez Manduley) y todos los grandes. Donde están enterrados 70 generales del Ejército Libertador, encabezados por el General en jefe, Máximo Gómez Báez, la ciudad que es depositaria, como símbolo de unidad nacional, de los restos de Antonio Maceo y su ayudante el capitán Francisco Gómez Toro, mientras que Santiago custodia la de Martí, el habanero mayor que está en Santiago (de Cuba).

“Por eso no hay diferencia entre la gloriosa Santiago y La Habana. Son juntas el platillo de la unidad nacional, y en el medio de esa balanza está toda Cuba. Pongo mi corazón por cada rincón de Cuba, por cada pueblo de Cuba, por cada pequeña aldea de Cuba, pero tengo el deber moral de apelar a todos ustedes para luchar por nuestra Habana (…) una ciudad que en la Plaza vieja, por ejemplo, tiene todos los movimientos de la arquitectura, hasta el más bello edificio Art Novó en toda esta parte del Caribe.

Luis Antonio Torres Iríbar y Eusebio Leal, durante una visita al Castillo de la Real Fuerza Foto: Joyme Cuan

“La Habana es la que tiene en la línea de las murallas, ese gran espectáculo que vemos ahora renacer con el Gran Teatro de La Habana, con el Teatro Martí, con la propia iniciación del Teatro Campoamor, con la restauración de su Capitolio Nacional, con la Escuela (donde estudió José Martí), con los hoteles. Porque recibimos al mundo, porque vienen personas de todas partes del mundo, ¡cuánto me alegra!”

Es un verdadero regalo saber de aquel Leal, mambí que cruzó de un siglo a otro defendiendo la identidad cubana y de La Habana como valor patrimonial necesario para realizar cualquier proyecto futuro.