Este 23 de agosto se cumple aniversario de la Federación de Mujeres Cubanas, una organización que se coloca a la vanguardia de los derechos de la mujer en un país donde el triunfo de la Revolución de enero de 1959, las colocó en una posición de avanzada frente a los retos de construir una sociedad equitativa e inclusiva. Por supuesto, aun cuando la mujer cubana alcanza niveles de relevancia en todos los sectores, es común observarlas dirigir y asumir tareas afines a su responsabilidad como representantes del mayor por ciento de profesionales (en todos los sectores) de nivel medio y superior en Cuba.

La lucha por la emancipación de la mujer en Cuba ha sido una constante. Sin embargo, miles de graduadas universitarias enfrentaron (primero) la incomprensión de sus familiares en relación con las carreras que aceptaron por vocación, otras tantas el freno de sus esposos y lo peor, la dificultad de asumir una responsabilidad en correspondencia con su derecho garantizado por el conocimiento, nivel de instrucción y especialidad.
Luchar contra posiciones machistas, como solemos llamar en nuestro país a quienes se oponen a ser dirigidos por una mujer o aceptar (que su compañera) lo haga en un colectivo laboral mayoritariamente de hombres, ha sido una constante en los retos de la mujer cubana, conocedoras de que millones de féminas en el mundo sufren la marginalización de sus derechos sociales o simplemente son utilizadas como “adornos” u objetos museables, por llamarle de alguna forma, a la posición que alcanzan cuando se convierten en esposas y recaen sobre ellas todo el peso del hogar y los hijos.

Es cierto que algunas “disfrutan” los beneficios de un matrimonio multimillonario, pero no dejan de ser joyas que pueden exhibirse como se hace con un auto, un yate o una lujosa mansión. Sobran los ejemplos en las revistas donde el glamour aconseja seguir una línea de perfume, consejos de belleza, de psicología para no perder a sus tiburcios maridos o sencillamente esperar que el tarot diga la última palabra.

Millones de mujeres, en todo el planeta, sufren del maltrato físico, de la prostitución, el hambre, las enfermedades incurables, el abuso silencioso o discriminatorio. En ninguna nación puede decirse que se alcanza el equilibrio (igualdad de derechos entre el hombre y la mujer) a pesar de los esfuerzos de algunos gobiernos en los cuales incluso son mujeres las que toman las decisiones máximas en representación del país. A ellas dedico estas líneas, a las mujeres que no pueden escribirlas, a las que no puedan leerlas o entenderlas porque deben permanecer en silencio, a las que pueden escribirlas o mueren por hacerlo.