Quien la ve de pronto, aún fuerte y activa, pero con más de siete décadas sobre los hombros, piensa se trata de una ama de casa. Sin embargo, descubrir la historia de Nuria Roger Muñiz, es adentrarse en un mundo donde el amor por la tierra y el trabajo van tomados de la mano.

Cuando, con apenas 15 años ella llegó a La Habana —procedente Palma Soriano— en compañía de su padre, encontró en la actual Finca Las Piedras, en el municipio de Guanabacoa, el lugar donde hacer realidad sus sueños. Allí le “brotaron raíces” a su cuerpo y quedó “presa” de ese pedazo de tierra donde hoy se puede apreciar cómo, con mucho trabajo e inteligencia, aprovecha al máximo el espacio de que dispone.

“La vida mía —dice orgullosa— la he echado en este pedacito. De mis cuatro hijos, uno está afuera, mientras las hembras permanecen aquí. La tierra para mí es la vida. Todo lo que tengo se lo agradezco, primero a mi padre, que fue lo que me dio fuerzas para vivir, y a Fidel Castro. Aquí tengo sembrado plátano, lechuga, acelga, coco y mango. También tengo mis animales, —pollos, gallinas, patos— que son mi vida. Si ellos no tienen comida, yo tampoco como”.

Sobre cómo ha transmitido sus experiencias a sus hijas, comenta con rostro pícaro: “Empujándolos siempre para que hagan como yo, que lo que hay aquí es de todos”. Entre bromas, esta cubana de 76 años a quien nada parece poder detenerla, afirma que “Cuándo no pueda yo, palo cerrado con ellas para que sigan”. Y ya más en serio, agrega: “Yo nací campesina y me voy a morir campesina. Si me caigo, me vuelvo a parar”.

“De lo que produzco, entrego para los enfermos que están ingresados. Aquí vienen y lo recogen. Todo lo que sea útil para la Revolución se lo doy, como si me quedo en nada. Y revolucionaria, me muero por esto”.

Acerca de la experiencia que vivió cuando se vio precisada a alejarse por un tiempo de su amada tierra para someterse a una operación de corazón abierto, comentó: “Estuve 12 años sin operarme, porque no quería. Pero un día dije, hay que tener fe y salir adelante, y yo voy a lograrlo. Fui a la consulta y me dejaron ingresada”.

“A la semana me operaron. Me entregué, confiada que iba a salir bien, y con la fe que llevé y con la fe de los médicos, mírame aquí parada”. El retorno a la tierra, tras la operación fue: “Como siempre. Hincada de rodillas, pero ahí estoy. Trabajando, luchando y fajada. Cuando no me hacen las cosas bien hechas soy una fiera”. Sus hijas comentan que en la campaña del año anterior, cuando ella apenas tenía un año de haber sido operada del corazón, se vieron precisadas a poner una sombrilla en medio del surco para que pudiera trabajar. “Allí amarró 400-500 mazos de lechuga, porque no hay quien la deje en la casa”

Nuria Roger es ejemplo vivo de las Marianas de nuestro tiempo, cubanas capaces de enfrentarse a los más duros desafíos con una sonrisa en medio del rostro. Ella, como millones de mujeres más en Cuba, confirman lo expresado por Rafael Santiesteban Pozo, presidente de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños, Anap, cuando en visita a la Finca Las Piedras dijo: “Donde está la voluntad de las mujeres en primer lugar, hay valor para seguir luchando”.