Foto: Cortesía de la familia Pogolotti

A principios del siglo XX el inmigrante italiano Domenico Pogolotti, perpetuó su nombre en el primer barrio obrero construido en el municipio Marianao, de La Habana. Este hijo de panaderos también creo una panadería en este lugar.

Doménico Pogolotti, Dino, nacido en Giaveno, región del Paimonte, Italia, el 9 de enero de 1873, es quizás uno de afluentes de la identidad habanera cuando decidió viajar a Cuba, y traer los secretos de panaderos que aprendió de sus padres Francesco Pogolotti y María Carnino, quienes poseían horno para elaborar este preciado alimento en la vía del Forn, en Rua Fasella.

Su llegada a Nueva York, en 1895, le permitió conocer el rigor de una ciudad en la cual atravesó duros momentos de su vida en busca de un empleo, hasta que llegó a sus manos el anunció de servicios como maestro de francés, que pedía un rico industrial, propietario de una fábrica de sombreros y otra de pinturas.

Sin mostrar el dolor de las pesadas estibas de los muelles, se presentó y dio como referencia su palabra de dos semanas sin sueldo a prueba, para que su labor de instrucción determinara si permanecía como maestro de la señorita Grace Joyce, hija del acaudalado. De hecho, fue tan convincente que el amor les unió y de su fruto nacería el reconocido artista de las artes plásticas cubano, Marcelo Pogolotti.

A finales de 1898, acabada la guerra hispano-cubana y el arrebato de la victoria a las tropas independentistas, con la intervención de los Estados Unidos, arriba a Cuba, contratado como secretario de Frank Steinhart, primer cónsul del gobierno norteamericano. Cuatro años después Doménico, compra vastas propiedades en la municipalidad de Marianao.

Foto: Cortesía de la familia Pogolotti

Entre las propiedades adquiridas están las fincas Larrazábal, Benítez, Jesús María, San José que más tarde se convertirían en repartos de ese territorio habanero, entre ellos el actual barrio Pogolotti que contaba con una estación de ferrocarril, y negocios de diferentes tipos entre los cuales destacaba un teatro, pista de baile, salones de fiesta y el Café Torino. Este último bajo el influjo de su natal Giaveno, lo cual le llevó a crear una panadería que resultó uno de los sitios más concurridos por la calidad del alimento horneado, al estilo de Giaveno, donde una joven descendiente de su familia, Serena Pogolotti, con solo 33 años, sostiene la tradición familiar con la panadería, Pan para todos.