Una muralla distinta se levanta en pleno corazón del Centro Histórico de una ciudad, próxima a celebrar sus 500 años de existencia, al pie de la calle Muralla. No tiene por destino alejar el ataque de los piratas, ni está construida de rocas sólidas y mortero. Sus ingredientes son mucho más nobles y duraderos, pues está hecha con el corazón de aquellas personas a quienes, los años, no han podido borrarles las ansias de vivir a plenitud.
Para ellos, querer es poder, tal como reza un viejo refrán, hecho que ponen de manifiesto en la calle Villegas, entre Sol y Muralla, en el municipio de La Habana vieja, sitio donde tiene su sede el Centro Cultural Eterna Juventud. Los verdaderos protagonistas de cuanto allí ocurre son personas de la tercera edad, capaces de abrir el pecho para dejar brotar todo el amor que en él tienen guardado.
La sede de Eterna Juventud es una instalación que se encontraba en mal estado y, con la ayuda de la Dirección Municipal de Cultura, fue recientemente remozada, convirtiéndose en un lugar donde impera la sencillez y el buen gusto. Allí los abuelos dan rienda suelta a sus inquietudes artístico-culturales y rompen el silencio cuando declaman una poesía, o entonan, en solitario, a dúo o a coro, canciones pertenecientes a lo mejor del repertorio cubano.
Amor y respeto son los dos ingredientes fundamentales de la obra que esas personas realizan allí. Tanta es la pasión mostrada por los integrantes de Eterna Juventud en cada actuación, que Luis Antonio Torres Iríbar, primer secretario del Partido en la capital, en visita realizada a esa instalación, la calificó de “maravilla de obra”.

JÓVENES DE LA TERCERA EDAD
Hay quienes creen que llegar a la tercera edad es sinónimo de vejez, que esas personas deben hacerse a un lado y dar paso a otros, como si los sueños, de pronto, dejasen de existir. Sin embargo, si bien algunos reflejos disminuyen, si bien la vista y las fuerzas no son las mismas, y el paso al andar es más lento, lo cierto es que la experiencia adquirida y los deseos de vivir a plenitud, siguen presentes, sobre todo cuando se vive en un ambiente de respeto y camaradería.
Eso precisamente es lo que encuentran los ancianos que a diario acuden a la Casa de Abuelos 14 de Junio, ubicada en Merced No. 413, entre Compostela y Habana, en el municipio de La Habana Vieja. La instalación, con capacidad para acoger a 50 ancianos, fue sometida recientemente a un mantenimiento constructivo, basado en la sostenibilidad.
Los abuelos llegan por la mañana, y además de recibir una alimentación balanceada, que consta de desayuno, merienda, almuerzo, merienda y comida, cuentan con el cariño y los cuidados esmerados de quienes allí trabajan. A ello se suman varias opciones recreativas y un ambiente acogedor, donde comparten sueños, y hasta amores.
Visitar esa instalación es llegar a un espacio donde se puede ver a los abuelos socializar y sentirse útiles a la sociedad. Según expresa la doctora Yunia Pérez Díaz, directora municipal de Salud Pública en La Habana Vieja: “Pensamos que reanimamos en ellos los deseos de vivir, de no sentirse un estorbo para la familia”.
Los abuelos de esa instalación, con sus corazones llenos de ilusiones, contagian de amor a cuánto visitante allí acude.