Cada Primero de Mayo, en Cuba los amaneceres resultan bulliciosos y apurados. El Día Internacional de los Trabajadores deviene réquiem, clamor, batalla, tribuna gigantesca donde los propios celebran y alzan voces por la clase obrera de todo el planeta, pero sobre todo, para reclamar el derecho propio a vivir en paz, sin tutelajes ni presiones.

Quien albergue dudas acerca del arraigo y trascendencia de esta fecha entre los de acá, le bastaría revisar en los anales de la historia como la Mayor de las Antillas viene escribiendo páginas gloriosas desde 1890, fecha en la cual la clase obrera nacional desfiló por vez primera, en respuesta al llamado de la II Internacional, y luego la otra historia ligada a los acontecimientos y que tiene que ver con el los reclamos a los opresores de todo el mundo, a partir del triunfo popular de 1959.

Quien hospede un milígramo de incredulidad respecto a la importancia que le concedemos, lo mismo los estudiantes que los campesinos; los profesionales que el obrero…, las mujeres, los uniformados…, está invitado, que venga y vea desfilar a los cubanos. Para unos y otros, ahora mismo, es una invitación a recorrer las calles y avenidas de los 15 municipios habaneros.

En todos los recodos de nuestra geografía, los capitalinos y los solidarios llegados de otros naciones y de por aquí mismo, esperan a la vuelta de cualquier recodo, juntos todos, codo a codo, en una desmedida fiesta proletaria. En cualquier esquina, ahora mismo, escuchará vítores a la Revolución, su Partido, por Fidel, Raúl y Díaz-Canel, y a la par también podrá palpar manifestaciones de apoyo por todas las causas justas de este mundo.

Cada rincón deviene escenario para el desfile rojo, que simboliza la sangre que está dispuesto a ofrendar el obrero por sus derechos y contra la mordaz realidad en que intenta sumir la globalización neoliberal a la clase trabajadora. Aclaro, si de mencionar a Cuba se trata, hablamos de todo el mundo.

Con solo una ojeada al jubileo en que se convierte la celebración, podrá corroborarse cómo late el sentimiento proletario aquí, que es –a no dudarlo- el de toda la nación; que es –sin objeción de ningún tipo-, por todos los asalariados de nuestro planeta.