La respuesta de los cubanos a las citas con la Patria está probada. No obstante, volveremos a ratificarlo como quien dice ahorita mismo, y otra vez será por agradecimiento, compromiso, idiosincrasia; también, se sabe, toca turno a la fiesta mundial de los trabajadores, y –de sangre latina al fin y al cabo- en verdad el jolgorio igual nos convoca tanto como el justificado sacrificio.
Ah, de paso, con el desborde desenfadado y bullicioso de la Plaza, va un mensaje (dirigido a ilusos, malintencionados y lunáticos), que no ocultamos, más bien nos alegra que lo sepan: No insistan, no nos asusta ninguno de los títulos de leyes macabras, ni siquiera toda ella entera. En esta isla mandan los hijos que la aman, para quienes –por fortuna- las razones del estómago nunca pesarán más que las de la razón y los corazones.
Volverán a marchar trabajadores y estudiantes; jubilados y amas de casa; padres, hijos y hasta los abuelos… porque ¡allá quién no lo sepa!, pero incluso el oro tiene menos valor que la libertad. La mejor prueba: el miedo y los decretos no rebosan calles y avenidas de alegría.
De un congreso obrero auténtico, donde vimos fundirse en un abrazo a los viejos pinos y a los nuevos, los capitalinos nos fuimos a los polígonos, y hoy amanecimos protagonistas de una jornada territorial de la defensa, que ratifica que no habrá “tiro de gracia” porque (acá) no descuidamos ningún frente.
De planes ilusos está empedrado el camino del fracaso. Dejémoslos con su obsesión febril. Es su maletín. Por lo pronto, nosotros, el miércoles, temprano nos vemos en la Plaza.