Los libros de Historia narran que el amanecer del 15 de abril de 1961, tres escuadras de aviones estadounidenses tripulados por mercenarios, atacaron sorpresivamente los aeropuertos de Ciudad Libertad, San Antonio de los Baños y Santiago de Cuba, para destruir los escasos y viejos aviones que conformaban la aviación revolucionaria, acción que fracasó. El 16 de abril, en acto por el sepelio de las víctimas del ataque, Fidel Castro Ruz proclamó el carácter socialista de la Revolución Cubana y declaró al país en estado de alerta. 

En la madrugada del 17 de abril inició por Playa Larga y Playa Girón en la Bahía de Cochinos, la invasión mercenaria de la Brigada 2506 con el objetivo de establecer un gobierno provisional. Ante estos hechos, el Ejército Rebelde, la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) y las Milicias Nacionales Revolucionarias (MNR) se dispusieron a enfrentar a los invasores. El 19 de abril fueron totalmente derrotadas las tropas mercenarias, en menos de 72 horas. Días después, el presidente de los Estados Unidos de América (EUA) John F Kennedy admite la responsabilidad por la invasión mercenaria y su fracaso. Se considera la primera gran derrota del imperialismo yanqui en América Latina. 

Foto: Norma Ferrás Pérez

A muy groso modo, estos fueron los hechos ocurridos durante la Invasión a Invasión a Playa Girón, sin embargo, conoceremos algunos pasajes no contados, visto desde la perspectiva del capitán Rinaldo Ramón Campos Suárez, Jefe del Segundo pelotón de la tercera compañía de infantería del Batallón 123 de las MNR, quien hace algún tiempo intercambió sus vivencias con Tribuna de La Habana, pero bien vale la pena rememorarlas. Esta es su historia: 

“El día 17 nuestro Batallón salió de Regla hacia Matanzas y entramos por el Central Australia, donde nos dieron balas en cartuchos de bodega. Mientras, miraba salir paneles de los que repartían cigarros, llenos de muertos que venían de Playa Larga. Al principio sentí miedo, pero me sobrepuse. En ese momento, el entonces capitán José Ramón Fernández nos informa que el enemigo había sido sacado de Playa Larga y que había que hacer contacto rápido con ellos, y como siempre acostumbraba nos dice: 'Buena suerte y adelante'. 

“Salimos caminando en columnas por ambos lados de la carretera y de pronto recibimos la orden de ir en guaguas porque estábamos a 17 km de Girón por lo que no íbamos a llegar antes que los mercenarios se reunificaran. En medio del camino nos encontramos con combatientes de la columna 1 de Fidel, quienes nos dijeron que estábamos locos, cómo íbamos a ir con una hilera de guaguas, que éramos fácil de matar, pero como seguíamos órdenes continuamos nuestro camino.

“Un rato después vimos cuatro aviones B-26 que venían volando bajito con insignias de las FAR, y los saludamos. Luego, el jefe del Batallón Antonio Suárez Tellería le dijo a los choferes que cerraran las puertas y no las abrieran hasta que llegáramos a Girón. Aquello se volvió un infierno en un segundo, porque los aviones viraron y nos atacaron con cohetes, ametralladoras y bombas de napalm. Todos querían salir de las guaguas, pero estaban cerradas, las ventanillas tenían rejas. Veníamos los de mi pelotón, y me dirigí al chofer de manera impositiva para que abriera la puerta. Salimos como pudimos, no había donde meterse, habíamos aprendido que si nos bombardeaban debíamos ponernos boca abajo en el piso con el fusil debajo porque si nos mataban otro combatiente podría utilizarlo. Y efectivamente, cuando me bajo los hombres de mi pelotón estaban en esa posición pero les dije que se viraran y tiraran, que cuando los aviadores vieran que todos le tirábamos se iban a acobardar y así fue, los aviones se fueron pero dejaron gran cantidad de muertos, aquí traigo sus fotos”. 

Mientras muestra algunas, los nombra consternado y sobre uno comenta: “A Rolando le nació un hijo estando en el Escambray, lo conoció el día 7 de abril y lo mataron el 17”. Luego dice con orgullo: “En mi pelotón todos eran valientes, todos los que estaban ahí demostraron quiénes eran los cubanos en combate, uno de los que murió se batió con su fusil contra un avión”, y añade con cierta tristeza: “Rolando García no pudo llegar porque lo cogió un napalm dentro de una guagua y le arrancó el pellejo, venía por la carretera que parecía una antorcha, algunos impresionados viraban la cara, y nos decía: - mírenme bien, vean lo que esta gente ha hecho con nosotros, lo único que quiero es que si muero me cuiden a mis hijitos - . Otro, con sólo 17 años, lo hirieron gravemente por la espalda y se le salían los riñones. Cuando lo hieren llama a su hermano y le dice: toma mi fusil y no se lo des a nadie que yo vuelvo…Pero no volvió, era muy difícil que se salvara. 

“Cuando pasó el bombardeo llegó el capitán Fernández llamando al jefe del batallón Antonio Suárez Tellería y le pide un pelotón para entrar con tres tanques en Girón. Me llamaron y me presenté ante el capitán Fernández, quien me agarró por la muñeca y me llevó ante el jefe de los tanques y le dijo: - aquí tiene al jefe de pelotón de infantería que va a acompañarlo, buena suerte y adelante -. 

“Y así llegamos a las puertas de Girón. Nos rompen el primer tanque; mientras tiraban balas nos protegimos con los tanques pero empezaron a tirar morterazos, entonces mandé a la tropa a desplegarse desde el mar hasta la carretera, y desde allí vimos como los morteros se retiraban hacia un batallón que venía más atrás, como si nada pasara, delante estaba el jefe del batallón Efigenio Ameijeiras, quién pregunta: - ¿Quién es el jefe de esta infantería? Al verme dijo: - Usted no, un oficial, y le respondo: - aquí no hay oficial, si quiere mando a buscar uno. Y dice: - No, el oficial mayor es usted que viene al mando; ve ese batallón de la policía que viene atrás, pues cuando pase incorpórese -. Y así entramos a Girón”. Y añade: “Muchas veces se habla del batallón de la policía y un grupo de milicianos, pero no, era un pelotón de milicianos del Batallón 123”. 

Así rememoró los hechos, con gran claridad, el capitán Campos Suárez, y recuerda a los miembros de su pelotón con visible afecto: “Nos queríamos como si fuéramos familia, uno de ellos me ayudó a caminar por la montaña y otro me enseñó a vivir en el campo. Estuvimos en el combate hasta que tomamos Girón, luego regresamos y nos incorporamos a nuestra compañía y fuimos para cayo Ramona. Después de Girón me quedé como Jefe de Compañía”. 

Años más tarde cumplió misión internacionalista en Angola, desde 1976 hasta 1979, donde alcanzó los grados de capitán. En los últimos tiempos ha sido Presidente de la Asociación de Combatientes 127 del Consejo Popular Tamarindo, del municipio de Diez de Octubre. Percibo que al compartir su historia, les rinde homenaje a aquellos héroes desconocidos de la Patria, del Batallón 123. 

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