Nos llegó a nuestra redacción, desde hace dos semanas, una misiva del colega Elsón Concepción Pérez, con un texto: La inercia que nos corroe, donde se hace referencia al “abando no” de un árbol convertido en obstáculo después de haber prodigado sombra y oxígeno e los residentes de esta parte del Vedado capitalino.
Hace algo más de un mes que el ciclón Rafael cruzaba por Artemisa y afectaba algunas partes de la cercana La Habana. Como otras veces y en cualquier parte del país, con la dirección del Gobierno y el Partido al frente, se hacían cumplir los planes previstos para tales circunstancias y las brigadas de linieros y otros trabajadores eléctricos emprendieron sus respectivas tareas: la recuperación se ponía en marcha.
Aquí en La Habana donde vivo, específicamente en las calles 17 y 2, en el Vedado, la furia de los vientos derribó un grande, viejo y que yo recuerde nunca podado árbol, que, en su caída irrumpió contra el poste de la luz en la acera del frente, tumbó los cables de electricidad y… abrió una gran furnia, destruyendo parte de la acera frente al edificio 759, impidiendo la entrada al mismo y poniendo en peligro a cualquiera que tratara de pasar por allí, fundamentalmente en las noches oscuras.
Ya en el suelo el gran árbol fue cortado en pedazos y sus desechos llenaron varios camiones de troncos, gajos y hojas. Pero, no creo que por olvido, sino más bien por inercia, parte del tronco con todas sus grandes raíces a la vista de todos, quedó allí, el gran hueco no se tapó y las dificultades para entrar al edificio más la acera intransitable, continúan esperando porque se rompa la inercia y el hecho no empañe la esmerada labor de quienes tanto han hecho para vencer dificultades y carencias y lograr que el país se recupere de los efectos de las inclemencias climáticas.
En plena calle, aquí frente al árbol caído, también está tirado un poste de concreto traído por la empresa eléctrica y que, sin que se sepa el por qué y el para qué, sigue «durmiendo» en esa inercia que tanto daño nos hace.
Un mes después, el gran hueco sigue abierto y en parte convertido ahora en lugar donde se tira cualquier tipo de deshecho. El tronco del árbol caído sigue esperando que alguien se lo lleve, y mientras decenas o cientos de personas que por aquí pasan, sacan sus celulares y tiran fotos que muchas veces van a parar a las redes nocivas, y el nuevo poste de concreto despierta cada mañana en el mismo lugar, en plena calle.
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