Teté no siempre vivió en el Vedado. Tampoco tuvo una niñez como la que disfrutan sus tres nietos. Procede de una familia disfuncional y siempre anheló crear la suya, diferente, ¿ideal? Bueno, logró un matrimonio normal, tuvo dos hijos que le han dado la alegría de multiplicar su existencia y recordar sin tristeza su antes de….

Es una de las asiduas lectoras de esta sección y escribe esporádicamente, esta vez para opinar sobre el Proyecto de Código de las familias. “No puedo repetir, pero entiendo y comparto ─dice─, las palabras lindas de las abogadas que he visto por televisión explicando sobre el tema, lo que se mantiene, lo nuevo y lo que se refuerza, porque los tiempos cambian en todas partes, y debe ser para mejor.

“Felicidades para quienes fueron y son 'criados en las buenas costumbres y tienen el adecuado ejemplo en casa o en seres queridos', aunque lamentablemente no siempre es así. Los padres tienen más obligaciones que aportar un techo, comida y ropas. Ha cobrado fuerza llenar vacíos culturales y sentimentales con cosas materiales, dejar solo a la escuela la obligación de educar”.

Y continúa: “Cada etapa, cada edad lleva un tratamiento. No se trata de malcriar o como están diciendo por ahí que los más pequeños van a gobernar a los mayores. Yo escuché mucho a mis hijos, nunca me cansé de aconsejarles con ejemplos o situaciones personales y del entorno, jamás tuve que ir a la escuela porque le hubiesen faltado al respeto a un adulto, ni me armaron perretas en la calle, ni ellos ni sus hijos se comunican con palabras obscenas, y todavía hoy, aunque no viven conmigo, me llaman en cuanto llegan a su destino para satisfacer mi tranquilidad”.

“Eso me lo gané”, afirma esta abuela de 72 años, que se aferró a lo bueno de la universidad de la vida para salir adelante y, sin conocer siquiera la existencia de un código para las familias prodigó amor y comprensión. Con los nietos vive otra etapa. Preocupa y ocupa su crianza. En la familia hay un pacto sin firma para que teléfonos móviles y computadoras no constituyan el eje central de cada día.

Teté escribe sin querer erigirse como el ejemplo, y no le preocupan 'las palabras modernas' porque la esencia es la misma, y la entendió desde la primera vez que escuchó a las abogadas. Por eso entendemos la frase final de su carta: “Votaré Sí por el respeto, por la visión futurista del código. Amor engendra maravilla. No lo olvidemos”.

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Jóvenes habaneros dicen Sí al Código de las Familias